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Por Decir Algo (reflexiones)

Podría hasta suprimir todas mis ideas y, sin embargo, seguir existiendo; porque más allá de todo el lenguaje mental se encuentra el lenguaje gestual. Aumentar el contenido de nuestros gestos comunicativos nos hace evolucionar hasta un estado de mayor gravedad humana. Parece un problema grave y, sin embargo, no llega a ser ni tan siquiera un problema puesto que, en lugar de perder el "tempus" de la existencia, podemos aumentar la comprensión humana. ¿Cómo puede un ser humano aislarse del lenguaje ajeno para interpretarse como un ser inteligente? Suprimiendo la atención a lo que sale de tu contexto personal. A mayor enjambre de voces lingüísticas que no interesan ni interpretar obtenemos una mejor y mayor concentración personal. Así se forma la verdadera personalidad de un individuo que puede ser considerado inteligente.

Casi todos llevamos, en nuestro interior, todo aquello que no se sabe interpretar cuando lo adulteramos haciendo caso a la palabrería ajena. No es ese el camino para encontrarse con uno mismo sino que, a cambio de la indiferencia, podemos siempre utilizar los gestos. Lo sabemos muy bien quienes hemos tenido que soportar el maremágnum de las palabrotas ajenas y sin sentido alguno. En caso de estar rodeados de habladores que ni saben lo que es saber interpretar la existencia, el camino más corto (aquel que más nos hace descansar) es el gesto de la indiferencia pero lleno de un magnetismo superior; porque lo superior, ante todo, es lo diferente a formar parte de las masas. ¿Qué hablan las masas? Cualquier cosa menos lo que de verdad es importante. Ya se sabe que no todas las palabras están a la altura de una personalidad bien definida y, por desgracia, hoy en día sobran las conversaciones faltas de interés para nuestra formación y nuestra conformación de entes inteligentes. Cuando no son nuestros los errores podemos recurrir al gesto de la ausencia. ¿Qué es el gesto de la ausencia? No hacer caso a quién no merece la pena ni de ser escuchado. La vocinglería aturde y siempre se sitúa en el nivel más bajo de la convivencia humana.

En esta triste realidad actual, ¿qué debemos hacer con las charlatanerías de los ignorantes? Olvidar completamente su existencia y seguir mostrando una personalidad inalcanzable; esa forma y manera de vivir el gesto como signo de superioridad mental. En estos casos no hacen falta ni las ideas sino, simplemente, convertirnos en inteligentes, intocables, impertérritos observadores de sus estulticias. Claro que toda esa clase de vocingleros ni saben lo que significa la palabra estulticia; así que lo acompañamos de un gesto conceptual que sirva como "corte de mangas" y pasamos del asunto. Tenemos todo un arsenal de gestos conspicuos (los vocingleros no saben tampoco lo que significa conspicuos) para no escuchar sus necias conversaciones y, de esa manera tangencial pero directa, introducirnos en la diacronía de no darle importancia a quienes no merecen otra cosa sino la lástima, la misericordia, la compasión y ese estado "gaseoso" con el que nos aislamos de sus contextos (aunque tampoco los vocingleros saben lo que es un contexto) puesto que, de esta manera, se cumple el dicho de: "a los muchos gritos mejores apetitos"; con lo cual seguimos tranquilamente bebiendo de nuestro café con leche mientras seguimos haciendo gestos de diálogos con nosotros mismos, que es la mejor manera de hundir en el abismo de la indiferencia a la estupidez ajena.

Ni los más impotentes de todos (esos vocingleros que no saben ni lo que significa la simbiosis orgánica por ejemplo) nos deben descolocar nuestro diálogo gestual que nace de nuestras inteligencias para mostrarnos serenos, inherentes a sus ineficaces lingüísticas barriobajeras e inaccesibles para dar los cortes permitidos; puesto que somos hombres avezados (aunque los vocingleros no saben lo que significa esto de ser avezados) en miles de batallas dialécticas (gestuales y no gestuales) para mayor y mejor enjundia de nuestra propia personalidad, aunque ellos se enfervoricen (que tampoco saben lo que significan ni enjundia ni enfervoricen) intentando, vanamente, ser importantes.

La importancia no se alcanza con un supuesto, pero falso, bagaje de conocimientos humanos, pues a la hora de la verdad si buscas algo de conocimiento humano en ellos no lo encuentras por nada de este mundo ni del venidero. Debemos saber que un estado de sabiduría es lo epónimo (por supuesto que los vocingleros tampoco saben lo que es epónimo) de nuestra propia condición superior. Y ya se sabe que lo superior es ser y no solamente estar. Porque simplemente estar significa no ser otra cosa más que un desperdicio de la idiosincrasia (estoy seguro de que los vocingleros tampoco saben definir la palabra idiosincrasia) que, en el caso de tenerse, nos hace verdaderamente ser interesantes que es, en verdad, lo que les gusta a las chavalas muy guapas, muy atractivas, muy sexys, muy interesantes y, además de todo eso, muy inteligentes. Estado de conciencia le llamo a todo este asunto.
Diesel10 de abril de 2015

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