Odio las despedidas.
Pero necesito contarte todo esto que se me atraganta por dentro.
Para empezar, quiero agradecerte por devolverme la ilusión de amar, no sabía lo fácil que era enamorase hasta que te encontré, hiciste que volviera a idealizar el amor, nos imaginaba en todas las parejas románticas de cada película que veía o cada canción triste o sentimental que escuchaba.
Nos recreé en cada familia del parque que me cruzaba y en cada comida familiar que tenía.
Imaginé cómo sería nuestra boda, que música bailaríamos o cómo sería los domingos en nuestra casa, comiendo banquetes con nuestros padres mientras nuestros hijos juegan en el jardín.
Cambiaste la química de mi cerebro y me volviste vulnerable a tus encantos.
Empecé normalizar comportamientos que no son correctos, con el fin de disfrutar de nuestro encuentro. Comportamientos sin malicia pero con traición que terminan pasando factura.
El otro día te pregunté si considerabas que llevamos mucho o poco tiempo juntos, y me dijiste que mucho.
Yo también pienso que llevamos demasiado tiempo juntos, y sin embargo, de los dos, siento que he sido yo quien ha sacrificado más y al final del trayecto tengo la sensación que no me ha merecido la pena.
Siento que no puedo permitirme perderme más.
Debo salvarme antes de que sea demasiado tarde.
Te amé, te amo y te amaré siempre.
Pero me amo más a mi.
Para amar a alguien debes quererte a ti mismo.