Copa de vino en mano, del barato, el que será de todo menos vino. Reflexiones en cascada, personas que se cruzan por tu alma, un espejo frente a ti que te recuerda que lo que ves mañana puede que no sea nada. Antes tenía muchísimo miedo a las alturas, ahora tengo más miedo a esto, a la poca importancia que tiene todo. De repente el corazón se te para y te mueres, de repente mueren tus pensamientos, tus dudas, tus miedos y tus errores, de repente ya no existe tu cuerpo y solo queda tu recuerdo.
De película, pero de esas que están bien hechas y te metes dentro hasta creerte que te está pasando a ti, así siento la vida, una ilusión, soy como un sim que no sabe dónde está. Deja vu, uno tras otro, flash back, hacia adelante y hacia atrás, dura un segundo, pero ese segundo puede emocionarte hasta tal punto de tener que parar para respirar. ¿Qué te pasa? Si estabas bien... Y miras a esa persona pensando que no te va a entender, es como cuando cambias la hora en un videojuego.
Todo apunta hacia ese lugar, a un juego que tomamos con demasiada seriedad. En este punto de la partida dejo de verle sentido a casi todo, en particular a los pensamientos, son como nube que pasan y a las cuales nos aferramos, no tiene sentido. No puedes aferrarte a una nube, sin embargo lo intentamos, como ilusos que somos. Y si nuestros pensamientos no tienen sentido entonces ¿qué importa realmente? Ni siquiera importamos nosotros, ni nuestra vida. Me miro frente al espejo y me pregunto cuántas cosas cambiarían con esta nueva perspectiva.