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Cuando la Gran Pulpo Se Adueñó de la Facultad

Versión original en: https://bit.ly/2Mj3ufi

A las 11:15 minutos de la mañana, el bar de la Facultad es un heterogéneo batiburrillo donde las diferentes castas parecen practicar un benéfico mestizaje. Pero es pura apariencia, debajo de un supuesto espacio sin rangos, hay una sutil maraña de relaciones que cualquier observador medianamente atento podría descubrir en análisis somero.

Angelita estaba preparada para el ajuste de cuentas. Contó hasta tres, pegó un respingo y abrió la puerta de cristal de doble hoja. La mitad de las mesas estaban ocupadas por los bulliciosos alumnos de grado. En las tres mesas alrededor del patio y lejos de la chusma sin título, los estudiantes de máster componían un grupo singular y afectado. Detrás, un conjunto multicolor de bibliotecarias, informáticos y administrativos, charlaban indiferentes alrededor de las mesas restantes.

En la barra estaban los profesores en diversas órbitas departamentales que solo se rozaban en las esquinas. En algunas, el tamaño era mayor, casi siempre relacionado con la deferencia espacial exigida por el profesor preeminente. Ninguno de ellos -ni el catedrático endiosado, ni el visitante laureado, ni el emérito entrometido, ni el agregado maniobrero- tenían necesidad de dirigirse a los atareados camareros para pedir sus consumiciones o la tapa que no llegaba. Esas eran labores asistenciales propias del profesorado subalterno.

Angelita se fue directa hacia el grupo más numeroso, en el centro mismo del mostrador, donde La Rancia se explayaba en alguna cuestión incuestionable, rodeada como siempre de su legión de acólitas y acólitos. Fue un amago de contacto, ya que tras pasar de largo, se instaló en una esquina. Sin embargo, el efecto estaba conseguido, al unísono, el colectivo departamental le lanzó la mirada envenenada que esperaba. Ella permaneció pausada, pidió un cortado y les miro de soslayo con gesto displicente.

En el grupo había ebullición y una chica corpulenta, tras señalarse agitadamente a si misma con el dedo, solicitó algo a La Rancia que se lo concedió con gesto mayestático de la barbilla. La chica levantó los hombros, para demostrar sus poderes y se acercó amenazadora a Angelita.

Aquí no pintas nada. En esta Facultad no te queremos ni a ti ni a tus ideas estrambóticas.
Hay que ver lo que me manda, La Rancia, su última adquisición en el mercado de lacayos. No vas mal encaminada, si te lo curras bien quizás te consiga algún chollo para ampliar estudios en alguna universidad extranjera. Podrías vivir del cuento una temporada. Ella sabe como estimular el servilismo interesado.
No te consiento que me hables así.

Hizo un gesto de levantar el brazo izquierdo pero fue interceptado en el aire. La Rancia le cogió el brazo, la apartó a un lado y se enfrentó a Angelita.

Vaya, la matrona en persona. Es todo un honor que te acerques a mí a pesar de estar tan atareada. Hagamos recuento: estás organizando varios másters; diriges tu propio instituto de estudios indisciplinares; escribes, o firmas más bien, cientos de artículos teóricos mientras asesoras a toda clase de organismos sobre lo que hay que hacer, lo que hay que decir o lo que hay que pensar. No es poco, pero es que además, eres la invitada más cotizada en muchas tertulias y seminarios de moda y recibes premios a tutiplén por tu trayectoria intachable. Es cierto que tu equipo de siervos te quita el trabajo más penoso pero aun así, chica, lo tuyo es el no va más. Lo que no acabo de entender es porque sigues en esta universidad de mierda pudiendo hacerlo en donde se cuecen las cosas.

Es que aquí es tierra de pulpos y yo soy la... Gran Pulpo.


La mujer a la que apodaban La Rancia giró si misma a una velocidad de vértigo y se convirtió en un fugaz torbellino. Camareros, estudiantes, postgrados, profesores y personal administrativo y de servicios escaparon de allí como si no hubiera un mañana. En cambio Angelita permaneció impávida, pegada a la taza de su café cortado.

Cuando cesó el ciclón, La Rancia estaba armada con unos poderosos tentáculos y una mirada viscosa.

Bravo, me encantan los efectos especiales - soltó Angelita con apenas un suspiro- Siempre se habló de tus múltiples agarraderas, pero nunca pensé que fueran tan literales.
Nadie resiste a una gran pulpo. Ni tan siquiera tú, piltrafa especulativa que me cuestionas.

Uno de los tentáculos acarició el cuello de Angelita longitudinalmente

Quería arreglar estas cosas en plan teórico como sería lógico en el ámbito académico, pero veo que tendré que deconstruirte de forma más drástica.

El segundo torbellino del día en el bar de la Facultad fue menos prolongado pero igualmente inquietante.

Cuando cesó, Angelita se había convertida en una superpulpeira en toda regla. Las enormes tijeras que aparecieron en su mano hicieron el resto...

Aquella misma tarde hubo una improvisada fiesta del pulpo en los jardines del campus. Lamentablemente, la afamada catedrática no pudo asistir, estaba cogiendo un avión hacia la gran metrópolis donde se cuecen las cosas ...pero luego no se usan tijeras.

Cuando Angelita volvió a casa y me contó la historia mientras me regaba en mi maceta, no pude menos que exclamar una vez más:

Mi poderosa Angelita.



Doctorkrapp07 de octubre de 2019

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