Al mismo tiempo que me brindaba su amistad, hizo un discurso retórico sobre el significado de ese sentimiento: habló de lealtad, de compromiso, de mutua entrega y de estar a las duras y a las maduras
Cuando surgió la oportunidad de demostrarle mi afecto, choqué con su orgullo herido, con su arrogancia; y no me volvió hablar. Medité y recordé que a la gente siempre se le ve la cara pero no el corazón, y me quedé tan tranquila.