Charlábamos bajo la lluvia como amigos que somos.
Tu rostro se inclinó al cielo y vimos con asombro.
-¿Será que el cielo llora? -en seguida preguntaste.
El silencio hizo presencia por unos instantes.
-No es que el cielo esté triste y llore -me atreví a contestar
-¿Entonces es triste la gente? -volviste a preguntar.
No hallé más palabras para ese momento.
-Es que el cielo se adapta a nuestros sentimientos.
Y sonreíste y también sonreí contigo.
Entonces con un paso te acercaste a mi sitio.
-Es que la lluvia quiere que cumplamos un deseo.
Y te paraste de puntas y callamos con un beso.
Ahora esta lluvia interna es otro misterio.
Lluvia del alma, convierte al corazón en puro hielo.
Y es que ya te tengo una nueva respuesta,
aún más atinada que tu antigua propuesta.
Con la lluvia, los que están juntos se juntan más,
van los amigos de aquí para allá.
Calla con un beso a las jóvenes parejas.
Hace que la gente, de amor, no carezca.
Cundo llueve, los que deben separarse se apartan.
Revela lo que sienten cuando no hay palabras.
Ni caras, ni cartas para deslindarse del pasado.
Ni un te quiero, ni un te extraño. Un "ya no te amo".
Pero cuando estás solo es más doloroso.
Cuando llueve y estás solo, pasas del sollozo.
Gritas y lloras y no hay quien te oiga.
Crees que no hay paz y que la lluvia te ahoga.
Tu me trajiste la lluvia a mi alma,
y me dejaste tan solo, llorando en la cama.
-¿Será que la gente también está triste?
Si. Y esa tristeza no me deja libre.
Estábamos juntos como lo prometimos.
Fuimos amigos por un gran camino.
Y nos enamoramos al jugar bajo la lluvia,
pero en vez de un arco iris, me dejó amargura.
