Hoy, yendo hacia el centro por que había quedado con un amigo tiré por un camino un poco más largo del que tomo habitualmente ya que había salido con bastante tiempo de antelación y para no esperar decidí callejear para hacer tiempo. Aproveché también para ver con tranquilidad la fachada de las casas, la gente pasar, los coches
algo que normalmente no puedo hacer por que suelo ir siempre con prisas a todos lados, pues mientras me encontraba de esta guisa divisé en una pared blanca, junto a un taller de automóviles, a dos hombres de color. Uno estaba sentado y otro de pié apoyado en la pared, se les veía con una actitud de espera como si estuvieran esperando a alguien, tal vez como si estuvieran esperando algo
Los dos tenían el rostro cansado, vestían unos vaqueros bastante usados, unas camisetas no muy limpias y llevaban encima de ellas unos chalecos reflectantes. Pronto me percaté que ambos eran los aparca coches de esa calle.
Me paré un momento a mirarlos desde la otra esquina de la calle y podía ver en su actitud a dos hombres perdidos en la mitad de la nada, veían pasar a la gente ante sus ojos y ellos estaban allí, quietos, sin decir ni hacer nada
parecía como si estuvieran esperando a que alguien llegara y les diera una oportunidad por la que seguramente habrían arriesgado su vida cruzando el estrecho, una oportunidad que los sacara de aquella situación de desorientación en la que se encontraban, una oportunidad que los pudiera rescatar de aquel océano de coches, gentío y calor sofocante que esos hombres estaban pasando apoyados en aquella pared como si ella fuera la patera de este océano llamado Europa occidental.