Posado sobre una majestuosa estatua de aspecto lúgubre, yacía un cuervo tan negro como el mar cósmico, absorto en sus pensamientos, enredado en sus fantasías y alcoholizado por sus recuerdos... El cuervo admiraba la noche carente de Luna, como si estuviese mirando un precipicio eterno y croaba lastimosamente por la dama de la que está enamorado... La Luna, que no asomaba su delicado y pálido rostro, la pobre ave temía que se hubiese fugado con el sol.
El cuervo, más viejo que el tiempo, recordó todas aquellas noches en las que iba y se posaba sobre esa misma estatua a contemplar la Luna, a deleitarse con su hermosura y perfección... Hasta que se enamoró de ella, perdidamente, croaba solo por y para ella, para llamar su atención.
Un día voló y voló y voló hacía la Luna, hasta que cayó rendido y apenas pudo salvarse de esa caída, la prueba es aquella ala rota que arrastra como su propia cruz. Sin embargo, la Luna lo seguía ignorando, y como una melancólica melodía, el cuervo croaba cada noche.
Se dice que en las noches de Luna Negra y Luna Nueva es cuando ese cuervo canta tan alto que hasta las estrellas tiemblan al oír aquella destrozada y triste melodía...
corvum nigrum
Te felicito mucho, me gusto la historia y la idea como otras tantas geniales a veces uno espera que de alguna forma continue. Genial.saludos