Una noche de noviembre, admirando las estrellas desde mi balcón, divisé en la penumbra de la calle una sombra, casi de manera espontanea, al mirarla, desapareció. Primero atribuí esto al cansancio, como escritor las noches sin dormir me son familiares... pero no... esa sombra era muy vívida, superaba las alucinaciones de las tardes de droga y alcohol.
Durante días repasé en mi mente esa noche, les mentiría si les dijera que la paranoia no me carcomía, les mentiría si les dijera que dormía como un bebe... Pues no dormí en días, esa sombra estaba en todas partes, me seguía... ¡Era la sombra de mi hermano! ¡Oh, hermano mío, no fue intencional tu asesinato, fue producto de las drogas, ellas me susurraban que te acuchillase, que diera fin a tu miseria!
Y desde este mismo balcón, dejo esta nota, no de suicidio, sino de despedida, narrando la historia de como la sombra de mis demonios me siguió para arrastrarme al averno... Ahí esta esa sombra... ¡Adiós!
