Las lágrimas inundan el papel, y no puedo ver con claridad lo que escribo, el bolígrafo ha pasado a escribir por inercia propia. Me siento rota, cada una de las partes de mi efímero corazón ha saltado en pedazos, cada palabra que dices a modo de ataque lo atraviesa como si de balas se tratara, hiriendo mucho más que los propios proyectiles físicos... Ya ni digo cosas con sentido, mi cerebro sufre un lapsus que espero poder arreglar. Y tú sigues ahí, inmóvil, sintiendo cómo me desmorono frente a tus flechas, presa de tu perfección, algo de lo que hablo mucho y de lo que siempre reconozco carecer...
A veces, herimos sin saber, a veces no nos damos cuenta de las consecuencias que algo a lo que no damos importancia puede conllevar. A veces sólo tratamos de hacer las cosas bien y acabamos empeorándolas. Pero no sabemos arreglarlas... Me siento perdida, sola, abandonada. No sé cómo seguir, rodeada de gente pero falta de personas. Y tú no estás aquí para hacerme olvidar ese mundo, y me derrumbo en un mar de lágrimas del que no sé salir, un fallo que no sé cambiar. Una necesidad de ti y tu ayuda, de sentir que me quieres y ser lo que siempre hemos ido. Quizás no sepa hacer otra cosa que suplicarte, llorar, o escribir estas cosas, pero ahora mismo no tengo a nadie que me apoye, estoy sola en este camino y tú buscas perderte en la oscuridad en la que me estoy sumiendo. Te necesito, y no sé qué hacer sin ti. Por favor, vuelve a traerme esa luz que me das siempre, esas sonrisas que cambian el mundo de color y esos abrazos que me dan ganas de seguir adelante. Perdona mis errores, cometidos sin intención de hacerte daño. Vuelve a ser mi pupete, mira mis ojos verdes, y no los rojos envueltos en tristeza, mira mi sonrisa y no mi expresión ausente. Mírame y quiéreme como haces siempre, vuelve a ser tú, volvamos a ser nosotros. Ámame y déjate amar. Por favor, te lo suplico...
