El día en que la conocí
planté una rosa
color carmesí
que con los días se volvió más hermosa.
Y cada mañana al despertar
me levantaba de prisa,
con ganas de degustar
tanta belleza, tanta delicia.
Cuidaba de ella cada segundo
y me embriagaba tanta belleza,
no existía otra cosa en mi cabeza.
tan solo una rosa reinaba mi mundo
Cierto día, la tomé en mis brazos,
al instante me incrustó sus espinas,
sus pétalos me partieron en mil pedazos,
y surcando mis mejillas
corrían lágrimas de sangre,
en vez de lágrimas cristalinas.
Que gran paradojas nos describes, una rosa bella y aparentemente inofensiva, es por dentro, m?s peligrosa de lo que nuestra mente puede creer. Un abrazo