Ven, átame con tus frágiles brazos,
sana este corazón
que traigo hecho zarandajos;
ven, bésame con tus dulces labios
y se presa de mis atavíos.
Ven, pongo a tu servicio mi corazón,
quiero sentir tus caricias;
hacerte feliz es mi devoción,
ven y comparte conmigo tus delicias.
Ven, embelésame con tu mirada
y hazme tu eterno amigo;
ven, de mañana, de noche o de madrugada;
ven y quédate conmigo.
Madre, nunca terminaría de agradecerte.