Demasiado frío se cuela por las rendijas y acaban por pesarte los huesos. Le dije: "No quiero perderme en la espuma , perdona si compruebo la cuerda - de seguridad- demasiadas veces".
No es que no quisiera perderme con él como ya me perdí otras veces con otros, que no eran él ni se parecían, es sólo que la espuma de deseo es tan sumamente etérea que perderse en ella es como perderse en la nada. Muy serio, me dijo: "tranquila, tampoco lo esperaba".
Así, poco a poco, durante un rato, bailamos despacio en el éter inasible, como dos locos que esperan el momento exacto de atacar a su objetivo en mitad de una calle con tránsito.
Pero será, tal vez, que la humedad de espuma de deseo es hábil en corroer éste tipo de cuerdas, tejidas con hilos de razón y precaución a partes iguales, porque al cabo de no mucho tiempo me di cuenta de que se había estado deshilachando como un juguete de trapo y ya no faltaba mucho para que se rompiese del todo.
Nada más reparar en ello, le informé: "creo que la cuerda se rompe, por favor, dime qué hago" y su respuesta, suave y concisa como la espuma, no fue otra que: "...¿sabes nadar?"
