Admito que me daba miedo retomar esta costumbre, la de desbordarme en letras y hablar conmigo misma; supongo que esta es la única manera en la que me permito desenterrar ciertas cosas, darme cuenta de todo lo que mi cabeza se ha negado a reconocer.
El amor es complicado, cuando vives sin él envidias poder estar en el lugar de esa pareja que se abraza, envidias la sensación que deben tener cuando sus dedos se entrelazan, pero al mismo tiempo, tú vives sin miedo, no sabes lo que es temer que salga mal, lo que es pensar que cualquiera le gustará más que tú, la sensación de creer que algo haces mal y que si se acaba será por tu culpa es totalmente nula, inexistente y absurda. Cuando te acostumbras a esos ojos, a esas sonrisas estúpidas que se propagan a la velocidad de la luz iluminándolo todo, es en ese momento, es cuando sabes que estás perdida. Quieres protegerle, enseñarle todo cuanto sabes y cuanto no, crees tener la fuerza suficiente para sostener su mundo y el tuyo juntos, te despiertas dispuesta a transformar los continentes, el cielo y el mar en una persona, él. Peligroso. Arriesgado. Locura total podría llamarse, pero ¿qué es el amor si no?. Así es como te encuentras un día exhalando el pasado e inspirando ese olor suyo que tanto adoras, el presente, quizá el futuro, un montón de momentos que quedan por llegar. Un montón de puentes que cruzar y de piedras con las que tropezarse, esto se llama vida, una mezcla de emociones diversas, de garantías nulas, de decidir entre tener el valor necesario para querer a alguien o permanecer fuera, observando, preguntándote qué se sentirá al entrelazar tus manos con las de otra persona, al abrazarle.
Esto es la vida, y decidí. Decidí que quiero vivir conociéndote más cada día, todo el tiempo que pueda, todo cuanto se me permita.
