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Heim

Philadelphia. Rumor bar. 6:30 pm.

Una fría tarde como otra cualquiera, fuera la gente pasea y se agolpa como hacen los habitantes de grandes ciudades. Atienden a sus amigos, a sus familiares o a sus propias y atareadas vidas, nadie de ellos está a salvo de la rutina y gracias a la pequeña parte de su trabajo aquello se mantendría por otro día más.
Estaba frente a la puerta del bar, sacudiendo su paraguas en ese pequeño cubículo entre la salida y la entrada, ya podía notar en sus orejas el calor característico del que los lugares públicos se llenaba cerca de estas fechas, el frío afuera era complicado de tratar pero este gris iba tan acorde con la ciudad y sus habitantes que en cierto modo hacía al joven alto sentir que todo iba como debía. A fin de cuentas, dejando de lado ciertas cosas, todo se veía siempre gris para él, y eso no estaba tan mal, pero le recordaba que estaba tan atrapado en la rutina como cualquiera de las demás personas. La diferencia era que él mañana podría estar muerto.
Dejó el paraguas que aún goteaba en el paregüero y pasó dentro del bar, las personas que lo frecuentaban dándose charla unas a otras sin molestarse en girar a mirarle, y eso estaba bien, no le gustaba tener la mirada de otros sobre sí. Pasó de largo entre las mesas y gente, decidiendo ir a esa mesa donde todo estaba planeado que sucediese. La misma de siempre, la más apartada del tumulto, y tras pedir un simple café cargado esperó allí sentado, su largo abrigo aun puesto resaltando más su gran altura, y aquel maletín negro reposando a un lado, entre su silla y la pared.
Dio una mirada rápida a su reloj de muñeca, aun quedaban diez minutos para que el tipo con el que tenía que cerrar el trato llegase, quería relajarse, todo estaría bien como el resto de intercambios, no tenía por qué ser hoy el día en que toda esta paz se derrumbase así sin más.
Fue después de que le entregasen su café que vio a aquel hombre entrar, y algo se le hizo extraño, a pesar de haberle visto rondar el bar muchas otras veces, ese hombre tenía algo que hacía al resto de ciudadanos tres veces más grises y apagados, ¿tal vez su cabello dorado brillaba más de lo normal? ¿Tal vez su sonrisa? ¿O sus ojos, que eran como soles? Realmente ese tipo le intrigaba, nada más allá de eso quería encasillarle en el mismo lugar que el resto de gente que ve ir y venir, aunque a pesar de que no le quitase el sueño por las noches si se hacía preguntas respecto a quién era, qué clase de vida llevaba, ¿cuánto de diferentes eran? Ese tipo de cosas estúpidas.
Tal vez se había parado por demasiado tiempo mirándole, o quien sabe qué fue, pero por unos segundos juró que le había mirado de vuelta y un extraño nerviosismo le recorrió de arriba abajo, pero en este mismo instante no estaba allí por gusto, estaba por una cuestión de trabajo y en cuanto el hombre con el que tenía el trato se hizo presente entre las personas que recién entraban al bar, su expresión se volvió seria, una de sus manos deslizándose dentro de su abrigo en el tiempo que aquel señor caminaba hacia él. Sí, su pistola se mantenía en el lugar que debía.
Se sentó frente suyo y un corto diálogo dio comienzo.
-¿Trajiste lo acordado?- le preguntó con una voz ronca a lo que no tardó en asentir y ladear levemente su cabeza hacia el maletín en el suelo, cosa que hizo sonreír al más adulto. -Perfecto. Nada de trucos sucios esta vez.
-Eso es algo que yo debería decirle, a nosotros no se nos conoce por dar puñaladas por la espalda.
El señor sonrió de lado al oír aquello.
-Cuando se trata de proteger lo que te pertenece hay que arriesgar, ¿no crees, muchacho?
No quiso responderle, por el contrario sólo se dedicó a mirarle en silencio y dar un sorbo a su café, las ojeras se hacían ya obvias pero no podía darse el lujo de simplemente dormir más de la cuenta. ¿Hasta qué punto una persona está dispuesta a arriesgar por una pertenencia? Sería que aun era muy joven, o tal vez inexperto, pero la verdad es que no se trataba de ninguna de ambas , simplemente tal vez fuese más humano que aquel tipo, ahí no cabían dudas. ¿Cuántas personas habían muerto bajo su vigilancia? ¿O por su pistola? Muy pocas, pero el tipo sentado frente suyo tenía una cuenta que podría superar los miles, sólo le salvaba trabajar para quien trabajaba y que la policía prefería no intervenir en asuntos de mafias.
Tras pasarle el maletín el tipo lo abrió apenas unos milímetros y observó por alto el contenido. Billetes de dinero bien colocados y visibles junto con una bolsa llena de un polvo blanco, tal y cómo les habían pedido.
-Dile a tu jefe que estamos en paz hasta dentro de otros seis meses- dijo el tipo, extendiendo su mano para que el joven de ojos verdes la estrechara, y tras unos segundos de duda correspondió.
-Lo haré.
La conversación se tuvo que alargar en caso de que alguien realmente hubiese estado muy atento le parecería una aptitud extraña y alarmante, por lo que tenían que dejar un margen de tiempo para disimular, algo que al chico alto no le agradaba lo más mínimo. Él no era alguien sociable, no le resultaba sencillo tratar con gente a la que no conocía y por ello entre los miembros de su grupo era conocido como un tipo frío y aburrido, pero que al menos sabía lo que hacía.
-Dime Heim... ¿cómo te van las cosas?- Ahí comenzaba, aquel tipo con el que apenas había realizado tres intercambios le hablaba con toda la seguridad y tranquilidad de un viejo amigo, y eso no le agradaba lo más mínimo. Ese tipo pertenecía a una mafia que funcionaba tras el apellido Dohrn, tipos a los que se les conocía por su extrema violencia cuando se les cruzaban los cables, aun y cuando el cabecilla, Blaz Dohrn, sabía controlarse mejor que muchos de sus hombres no dejaba de ser alguien muy complicado de tratar. En resumen, preferiría mantenerse lo más alejado de ellos.
-Van, simplemente van.
Su respuesta fue cortante y cuando desvió la mirada de aquel hombre sus ojos volvieron a parar por accidente en el rubio de antes, tomándose la libertad por observarle unos segundos más antes de seguir tomando su café.
-Es verdad lo que se dice, realmente eres aburrido- dijo tras una risa seca, cruzándose de brazos y dando un rápido vistazo a su reloj de muñeca. -En fin, yo me largo. Recuerda, en seis meses y que las cosas sigan como hasta ahora. Nadie quiere problemas- tras esas palabras que sonaban a una clara amenaza el tipo se puso en pie y se fue del bar con el maletín en la mano, dejando sólo al moreno quien, por una vez más, se quedaba distraído pensando en qué clase de vida llevaría si no fuese lo que era, un miembro de una mafia más en aquella horrible Philadelphia. ¿Estaría casado ya? ¿Tendría hijos? ¿Se hubiese atrevido a hablarle ya a aquel rubio del bar? Si no fuese porque no quería arrastrar a nadie en todo esto...
Suspiró y cerró los ojos por unos segundos, su café casi terminado ya en la pequeña taza que sostenía entre sus manos, y por unos momentos pareció haberse quedado dormido.
Elisederderian05 de diciembre de 2016

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