Algo azur distinguí en la raíz de aquel paisaje,
y un canto dulce me transmitió un mensaje.
Cerré los ocelos y cedí a la melodía,
en mi interior un fulgor con fuerza ardía.
Un verde con energía me invadía,
y un gesto dulce en mi rostro aparecía.
Mi desasosiego ya dejaba de relumbrar.
El ruido de mi silencio me obligaba a callar.
Con los ojos cerrados también lo veía,
un picogordo volaba con alegría.
Y un encanto acariciaba mi corazón,
mientras que un sentimiento nuevo nacía.