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Adiós Ana

Me despierto pensando en cómo decir. Tumbado en la cama, hundido en el calor perezoso del verano giro sobre mí mismo y paso el brazo por el costado de Ana pero me rechaza con un gesto seco y frío. Sin resolución y desenfocado me incorporo con desgana.
¿Cómo se dice sin no pensarlo un poco?
Su sonrisa se ha vuelto del revés y su mirada últimamente sólo se refleja en el suelo. ¿Cómo ha pasado?, no lo sé, pero me mata el desprecio y la decepción que leo en sus ojos.
¿Cómo se dice, joder, cómo se dice?
Ya casi no nos miramos. Dos en una habitación y esta soledad que no para.
Ahora me visto y voy al trabajo mientras ella se queda en casa. Pasan doce horas de un aburrimiento atroz. Un trabajo de mierda pero hay que pagar el alquiler. El silencio me acompaña hasta la parada de metro mientras busco palabras, palabras y más palabras. Camina conmigo calle arriba, entra en la oficina y se sienta a mi lado. A veces lo rompe alguna conversación casual e intrascendente a las que ya no presto atención. Qué completo y absurdo vacío. Y una hora sucede a otra y a otra, luego ficho, salgo por la puerta y el silencio vuelve otra vez conmigo hasta la parada de metro y conmigo entra en casa.
Cenamos lo que haya preparado Ana, que no es la mejor de las cocineras. Antes lo intentaba, ahora no. Puedo oler cada gramo de su desidia en el plato recalentado. Oigo sus ilusiones hacerse añicos contra la puerta del microondas. Nos acostamos esperando que el sueño aparezca. Ana lee, yo hace tiempo que no. Yo finjo dormir mientras busco palabras, palabras definitivas y amables.
¿Cómo podría decir?
Y me pierdo entre palabras y más palabras.
Confusión y cansancio al despertar. Rayos de luz proyectados sobre mi cabeza. Otra mañana que aparece surgida de la nada, vacía e insolente. Y otra mañana para pensar mientras veo cómo, con cada minuto, se aleja más y más. Ana despierta a mil kilómetros de mí, me mira y me roza el brazo con su pelo, pero ya no hay besos ni sueños susurrados. Antes era buena en los despertares, ahora no. Se habrá olvidado, o será que ya no está. ¿Joder, cómo se dice por la mañana? El desconcierto del desayuno precede a su indolente ir y venir, mientras arma mucho ruido arreglándose, para ir al trabajo. La observo quieto y ausente. Ajeno en un ecosistema cada día más hostil e incómodo.
Ana antes se disfrazaba con arrumacos de despedida, ahora no, pero se va igual, con la misma altanera soberbia de una estrella de cine italiana y, mientras la veo alejarse, sólo puedo pensar en qué tipo de mermelada untar en la tostada.
Emmanuel07416 de enero de 2015

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