Cuando todo era gris y mi nombre había perdido su brillo, cuando la lluvia lo había cubierto todo por completo dejando mi alma ya sin fuerzas descubrí a los lejos la luz de un faro... un faro que alguna vez había sido mi compañía y que con los años dejé atrás. Y ahora lo veo brillar de nuevo para recordarme que entre tanta oscuridad yo sigo brillando a pesar de que no lo note.
Al principio solo era un pequeño punto en la inmensidad que con el correr de las noches se fue haciendo más fuerte. Y más fuerte se sentía mi corazón, sintiendo que aquella luz volvía a cuidarme, aún a la distancia volvía a encender mi energía sin darme cuenta.
Me había devuelto el mar y el viento que me acariciaba la cara durante todo el día y en las noches me hacía buscar aquel resplandor como quien busca el calor en un crudo invierno. Sigue estando lejos, tal vez más lejos que nunca pero sigue firme cada noche girando al rededor mío para hacerme bailar con su música, hundirme en sus aguas hasta lo más profundo, acariciando mi piel y mi alma.
Nos separa toda una playa que nunca va a ser mía y esa mar en calma y embravecida pero siempre tendré esa luz para devolverme a la vida.

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