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Café

Probablemente me encuentre en uno de esos días en los que el café nunca esté lo suficiente caliente como para acallar mis palabras y atenazar mi lengua. Mi lengua, que es a la vez muda y sorda, ya que mis palabras al ser escritas no hablan por sí solas. Y no por esto has de pensar que pierden valor, pues cada pequeña letra sirve como base para crear un perfecto ambiente, contorno, lugar.
Sino, miénteme al decirme que no imaginaste una taza de café caliente sobre una mesa, de madera color caoba, gruesa y de estas que te partes el lomo de la espalda si tratas de levantarla por ti mismo.
Más es imposible que hasta ahora hayas imaginado el cigarrillo de una marca desconocida, posado en mis dedos. Esperando a ser consumido, inhalado y utilizado. Pues es para lo que sirve. Un momento de relax, confort y tranquilidad.
Y con la primera calada no exhalo humo, sino un vago recuerdo de nosotros, incluso escucho de verdad, o eso quiero creer, el tintineo de nuestras copas de alcohol.
Trago, y mi paladar absorbe el sabor amargo de los granos de café, ya que a mí me gusta el café amargo, para dulce ya tengo tus besos. O tenía. Pero ya no me importa, ni siquiera me acuerdo de tu cara, o del tono de voz con el que me llamabas desde la cama.
El café no esta demasiado caliente como para entretenerme a discutir en la sensación de ardor que tendría mi lengua, así que vuelvo fumar, un suicidio lento y con miras futuras. Pero suicidio al fin al cabo, pues mis pulmones si alguna vez fueron de un color distinto al negro ya ni siquiera se acuerdan.
Toso, demasiado últimamente y como no tengo a nadie cerca me dejo estar. Toso sin ponerme la mano y sin tener que escuchar tus voces en mi cabeza. Pues tardé demasiado en desacostumbrarme a ella.
Es de día, por si os interesa, a mí no pues aún me quedan largas horas por combatir en mí día a día. Pero esta no es la verdadera razón por la que no me guste que haya un cielo pintado por Miguel Ángel, con barnices rosas y púrpuras superando en creces la capilla sixtina, dibujando pajarillos en forma de v doble invertida o que las ninfas del vecino canten como Frank Sinatra. No, la verdadera naturaleza del rechazo al día es porque solo te veía en mis noches, que por siempre etéreas perpetúan mi vigilia, condenadas al olvido por un verdugo.
Aún me pregunto quién fue, si el corazón o la razón el que dictaminó olvidarte. Pero te he olvidado, no pienses que gasto mi cigarro de la tranquilidad en ti.
Ahora solo eres algo más que un fantasma, en el humo de una taza de café que no esta demasiado caliente.

Memorias De Un Joven Escritor.

Equivocados02 de junio de 2014

1 Comentarios

  • Nukh

    Das detalles con cuentagotas, fuerzas a la mente a llenar los huecos, a involucrarse, a tratar de paliar de algún modo esas carencias que ha proporcionado el olvido, forzado, anhelado y al fin bienvenido. Me ha encantado el texto aunque no me guste el café ni el tabaco :)
    Gracias por compartirlo.

    04/06/14 10:06

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