TusTextos

Noches Con Sabor a Ti.

Habíamos dibujado aquella escena en nuestra cabeza tantas veces que nunca imaginé que me pudiese quedar sin palabras al estar viviéndola.
Como en mi pintura mental, yo llegaba antes que ella al piso que encubriría nuestro acto más impuro y deseado. Mi chaqueta gris de lana aguardaba en el ropero de madera a su pareja de baile para esta noche.
Era una sensación que nunca podré aclararos o explicaros, tan solo estaba allí observando por la ventana del quinto piso en un mes de otoño como caían las últimas hojas del árbol más cercano, y como la lluvia iba acariciando los cristales salpicando el parqué de la habitación porque me había tenido que encender un cigarrillo para no salir huyendo de miedo y tener algo con lo que entretenerme.
Había mucho silencio para la tormenta de sucesos que iban a ocurrir en aquella casa, así que me acerque al equipo de música y le di al play. Una dulce voz femenina que hablaba en ingles me acompañó en la velada hasta que oí abrir la puerta.
Un pálpito hizo que se me parara el corazón, me empezaran a sudar las manos y me quedase de pie, convertido en un bloque de hielo mirando aquella persona que acortaba la distancia con pasos inseguros.
Miré al ropero y a mí abrigo, que ahora feliz por estar junto a su chaqueta vaquera podría pasar una buena velada.
Cuando devolví mis seis sentidos a ella estaba tan cerca de mí que pude oler su perfume adulzado haciéndome querer besarla por cada rincón de su atractivo cuerpo.
Era de noche pero solo la luna y las farolas intermitentes de la calle eran las que nos iluminaban. A mí perecer era perfecto.
Recuerdo que me tocó los labios con su dedo índice y luego levantó la botella de vino que tenia en la otra mano, una invitación directa para la desinhibición de nuestros pudores y miedos. Y así una copa condujo a la otra, bailamos. Sí… recuerdo que bailamos durante parte de la noche y nos reíamos mucho, no recuerdo muy bien como paso, lo siento. Pero antes de darme cuenta por culpa de alguna que otra copa de más estábamos en la habitación un tanto impacientes.
Dejé la puerta abierta para que el sonido de la música hiciera de entrante y me acerqué lentamente a ella que descansaba mirándome en la cama.
Agradecí el contacto de la calidez del edredón y de que allí también llegara algo de luz dejándonos en una penumbra mezclada con alcohol.
Ni siquiera recuerdo el color de la habitación o como estaba decorada, solo a ella, a ella y a sus labios rojos en la noche.
La camisa ya estaba sobrando y gracias a dios la lucidez estaba abriendose paso frente a las copas de aquél vino muy caro.
Mis besos por su cuello y mis manos acariciando sus muslos son recuerdos que mantengo firme en mi memoria, pero la forma en la que nos quitamos la ropa es un recuerdo que mi mente no consideró importante.
La besé en los labios, una, otra, y una infinidad de veces mientras que mis dedos recorrían partes de su cuerpo que deberían estar prohibidas.
Ella levantó la cabeza y dejó vía libre para que jugara con su cuello, lo mordí tan fuerte que sentí como se derretía en mis brazos. Así que bajé poco a poco, explorando su cuerpo con mis labios y dientes, rozando mis mejillas con sus senos y llenándola de placer al llegar a su parte más dulce. Más que una opción era una obligación, me suplicaba en el oído que la hiciese mía, y que hiciera todas mis fantasías reales.
Recuerdo su cara llena de placer, aún siento sus mordiscos en mi pecho, y tengo la marca de sus labios en mi corazón, como nos prometimos aquella noche fue única y especial.
Así que mientras espero en una habitación acompañado por la voz de una chica en ingles fumándome un cigarrillo para calmar mis miedos, pido con todas mis fuerzas que esta noche sea igual que en mi mente.

Memoria De Un Joven Escritor
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Equivocados25 de noviembre de 2013

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