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Búsqueda. 02 de abril de 2011
por ezer
(No se en que estaba pensando...)

Una casa a lo lejos. Una casa blanca, con un gran roble en su patio. Que tan feliz debe ser la familia que vive en esa casa. Teniendo un roble tan grande, para subirse y estar horas ahí, mirando y descubriendo mundos. Un cactus se divisa entre dos columnas. Cuadros de Picasso. Falsos, impresos por computadora. Con un buen marco comprado. La casa tiene tejas negras gastadas, viejas. Un gato va cruzándolas. Un gato blanco, se llama Física, es muy chiquito. La casa tiene dos habitaciones, es bastante amplia, pero tiene dos no más. El dueño de esta casa colecciona chapitas de latas de cerveza, o gaseosa, o cosas, y las usa de llaveros. Las ventanas son de madera, grises pálidas. Las dos dan al gran roble. El roble se llama Pedro, y es muy viejo. Del roble cuelga una hamaca casera. Lugar donde Fabricio se pasa horas leyendo. Fabricio vive en la casa, pero no es el dueño. Todavía no te voy a decir quien es el dueño, porque todavía no lo sé. Pero seguro tiene un dueño. Que toca el violín a la siesta, mientras tía Ramona duerme. Mientras Sabrina y Sofía juegan al veo-veo apoyadas en la pared del pasillo. Sabrina ve una línea que sale del ojo de Fabricio, que es negra. Pero Sofía no puede adivinar. Una nube gigante, o un grupo de nubes gigantes, abren paso en el cielo. La primera gota avisa que viene tormenta. Y el roble se asusta y agita sus brazos. Agita la hamaca, y Fabricio se cae, el libro se moja y se estropea. Ahora prende un pucho. Y se para en el pasillo a mirar para afuera como llueve. Dejó la improvisación de violín por un rato, para ahora quemar sus pulmones. Tía Ramona no terminaba de dormir, había sido encantada por ese magnífico violín desafinado que entraba por la puerta. Como la casa es grande, hay habitaciones que están desocupadas, entonces las gotas que caen en el techo del estudio vacío suenan hasta el pasillo. En la sala hay una gran pecera que tiene tres pececitos. A la pecera siempre quiere meterse el gato, pero no tiene las agallas suficientes para alcanzar a tocar el agua con la pata izquierda delantera, mientras se sostiene en el borde de la pecera con las demás. La pecera está arriba de una mesa antigua, con unas caras talladas en las patas.

-Bueno, vamos.
Había estado horas sentado en la ventana esperando a Camila que se termine de cambiar. Busqué las llaves en la cómoda, apagué la luz y salimos. Caminábamos de la mano por la calle sin hablar. Para llegar a la casa había que dar la vuelta a la cuadra. La llave entro sin problemas. Tía Ramona me saluda desde la cocina, y voy a recoger ese libro tirado en el pasto.

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