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Memorias Del Olvido. 04 de julio de 2011
por ezer
Bajé en San Jerónimo, doblé en General López. Vi esa plaza, viejos tiempos. Ocho cuadras imaginando. Toqué el timbre y saliste. No esperabas mi visita, era obvio. Llegaste a la reja.
- ¿Ezequiel? –Dijiste, asomó una sonrisa-
- Creo. ¿Cómo estás?
- Bien, ¿entrás?
- No, no. Quiero decirte algo nada más.
- Decime.
- Este… me voy a ir. Entonces quería saludarte y decirte unas cosas.
- Te escucho, sentate.
Nos sentamos en el suelo. Vino ella, me olió un rato.
- ¿Todavía me recuerda?
- Jaja, no sé.
- Hola Bonny, ¿me extrañaste? –Se puso entre mis piernas para que la acariciara-
- Bueno, aver. ¿Cómo estás con el?
- ¿Con quién? –Me sorprendió de atrás, dí la vuelta y lo ví-
- Hey.
Te acercaste a el, muy cerca. Un beso. Y yo con mis cosas, que se movían adentro, se movían y peleaban, y me miraste, como cuando hablabas con alguien y yo te miraba y me mirabas disimuladamente, cuando encontrabas mis ojos y sostenías la mirada, así me miraste. Con aire de perdón.
Intercambiaron unas palabras, pero yo no me atrevía a escuchar, o mis cosas no me dejaban. No sé bien que eran, pero ya lo había sentido una vez.
- ¿Qué me ibas a decir?
- No, nada. Mejor me voy.
- Decile, yo me voy para adentro. –Me dijo el-
- No, no. Ella sabe bien que es. Por ahí no se acuerda, o no quiere acordarse. Pero lo sabe y muy bien. Me voy, estoy estorbando.

Sonreí y me devolviste la sonrisa. Me acerqué a tu oreja, miré si no nos vigilaba.
- En el alma llevo tu nombre. Cuidate mucho, y acordate que siempre vas a ser la mejor. ¿Si vuelvo te puedo visitar?.
- Sí. –Dijiste con la voz un poco quebrada-
- Ahora si, me voy.
Me diste un beso en la mejilla y recordé y miré tu boca. Te quedaste quieta, no me esquivaste. Pero tenés dueño. Uno nuevo. Nueva vida, pero la misma casa. “La locura vive en tu nido”, recordé.
- Tenés el pelo largo.
- Cumplo mis promesas.
- ¿Por qué lo decís?
- Ja, por nada, chiquita.
Sonreíste. Claro que te gustaba que te diga así, y seguro que todavía. Al fin me fui, y denuevo el mismo camino. Llegué a esa plaza, y me senté un rato. Unas lágrimas quisieron salir, y salieron, y murieron en mi pantalón. El verano asomaba, lo veía en tu ropa liviana.
El colectivo llegó, y yo me fui.

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