Ella alegraba mi soledad biológica
y sepulté en el infierno una erección que nunca fue suya.
Hubiéramos tenido un hijo con la cabeza de Stephen Hawkins
el corazón de Luther King y la piel de ella.
Pero el olvido derrotó los diálogos que manteníamos
y ya ni siquiera, me conmueve su boca.
Ni la quise, y ella tampoco, pero el destino quiere
que la recuerde en este poema, para volver a olvidarla.