Detrás de una puerta cerrada es posible encontrarse con los más inconcebibles enigmas. Cuando la puerta se abre, el número de posibilidades, que era infinito, se reduce a uno y entramos, generalmente, en un baño, en una biblioteca o en nuestro propio dormitorio. Es un abismal y divino misterio que nuestra inteligencia no pueda concebir cómo era esa realidad que se construye ante nuestros ojos cuando estábamos tan cerca de ella aunque detrás de esa puerta que volveremos a cerrar para permitir una vez más el auge y decadencia de los infinitos universos posibles.
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Versión de un texto de Ana María Shua