Celosos de su encierro .
Impuesto por sí mismos.
Cada cual un guardián austero y reservado.
Amando sus barrotes de negro terciopelo.
Y sus grilletes de hierro desgastado.
Arqueadas las espaldas, sobre el viejo pergamino.
El blanco del papel tornó el tiempo en amarillo.
Esperando pacientemente las palabras.
Una luz reposa sobre el rostro reclinado.
Y vencido por el sueño, descansa.
Tu poema me ha recordado la paciente labor de los monjes escribanos en la Edad Media, dedicada su vida a plasmar razón, imagjnación y sentimiento en hermosos manuscritos.
Gracias por compartirlo
Besos, corazón
Me estimula la imaginación y me refiere a escritores de siglos pasados, asumiendo el arte de escribir con mística, tal vez gestando cuestiones sociales, filosóficas o esotéricas.
Expresivo tu bello texto.