Un enorme
oso de peluche
inanimado
me mira
disfrazado
de papa noel
desde el otro
lado
del vidrio
del negocio
donde vive
y muere
cada día.
Yo lo miro
fijamente
mientras
espero
debajo
del toldo
del negocio
en medio
de la noche
en medio
de la lluvia
sin decir
absolutamente
nada.
Un perro
se acerca
y me apunta
con su hocico
frío
y me olfatea
y me mira
a los ojos
y mira
al oso
y
mueve
la cola.
Entonces
la lluvia
deja
de caer
y los dejo
solos
mirándose
sin decirse
ni una
palabra
y sin
decirles
ni una
palabra.
Escapando
rápidamente
hacia
mi casa
cruzo
la calle
subo
las escaleras
y abro
la puerta.
Me quito
la ropa
húmeda
que tiro
en el piso
encima de
la alfombra
y pongo agua
a calentar
para hacer
un café.
Un disco
de Randy Weston
que alguien
me regaló
un buen tiempo
atrás
empieza a sonar
y me tiro
contra el sofá
con los ojos
cerrados
y los pies
descalzos
y entonces
pienso
mientras
afuera
la lluvia
vive
de nuevo.
Pienso
en el perro
y pienso
en el oso
y pienso
en la navidad
y pienso
en las
frutas secas
y los turrones
en la mesa
en la casa
de mis abuelos
y pienso
otra vez
en el perro
y en el oso
y en nuestra
pequeña
aventura
en el medio
de la noche
allí
afuera
bajo la lluvia
y el cielo.
Y
los
extraño.
Fede, la soledad no es buena compa?era, hasta un perro y un oso inanimado nos pueden dar la mejor de las compa??as.
Un beso.
Me gsuta como escribes.