Con la mirada encendida
y el borde de tu boca
iluminando la habitación,
paseando en mi cuello
y besando el pecado,
nuestro pecado,
nuestro placer.
Doce horas encerrados
nos separan del resto
de los mortales y los soñadores
y un sol que nos empujaba de la cama,
amaneciste con besos que no habrías encontrado,
caricias que no querías encontrar,
por miedo y por deseo,
en el medio de una noche
que ya es mañana
cantando verdades con las manos
y soltando el ultimo beso
tibio, como inventado
lejos pero real.
Nos despedimos sin la lluvia
nos despedimos sin pensarlo
bailamos y saltamos
y aprendimos el guión
sin siquiera preguntarnos
del ayer o del adios.