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Mi Nueva Vida

El cirujano perplejo escuchó mi insólita petición, tratando de aparentar sobrada experiencia en la materia, enumeró detalladamente los posibles problemas que podrían surgir antes, durante y después de la operación, en un último esfuerzo por desbaratar mi descabellado plan.

Mis únicas dudas eran saber cómo prepararme para la operación y el monto final de los servicios médicos, el resto carecía completamente de significado, mi cabeza no estaba para meditar sobre menudencias, detalles, efectos secundarios o probabilidades de éxito. El objetivo era muchísimo más importante, mucho más trascedente, estaba hablando del centro de mi propia existencia, de mi razón de ser, de dar significado a mi vida, de empezar, por una vez, a encontrar la felicidad con mayúsculas.

Por fin, después de varias semanas de pruebas, autorizaciones, pagos y permisos, me comunicaron que el día 12 a las 8:30 de la mañana debía ingresar en el Hospital Universitario Virgen María. La noticia me mantuvo en un estado que alternaba entre la euforia de saber que en pocos días me operaban y la agonía diaria de la espera.

Aquella mañana volví a verte, nunca había hablado contigo, tan sólo me atrevía a mirarte furtivamente, sin embargo envalentonado por mi próximo ingreso te sonreí, tu sorprendida enrojeciste, apartando rápidamente la mirada. No obstante comprendí tu gesto, y con mayor decisión, entré feliz por la puerta de la clínica.

Apenas habían pasado cinco semanas, cuando el equipo de doctores decidieron darme el alta, cómodamente sentado en mi silla de ruedas, observo la bulliciosa entrada del sanatorio. La gente al verme pasar se aparta educadamente, yo que experimento este placer por primera vez, se lo agradezco bajando levemente mi cabeza, en gesto de aprobación.

Una nueva sorpresa me aguarda en la parada del autobús, el conductor, al verme, sale de su cabina y me ayuda a subir, por si esto fuera poco, me ubica con mimo en el espacio reservado para minusválidos, sin duda es uno de los días más felices de mi vida.

Vecinos, compañeros, familiares y amigos me socorren en el día a día, unos me hacen la compra, otros se preocupan de mi aseo, de mi ropa, de mi casa, yo apenas tengo que hacer nada, desconocía por completo el acceso de generosidad que pueden producir unas piernas inútiles.

La luna aun brillaba, tras el solemne protocolo de entrada en el suburbano, en el que mi amigo el vigilante me abre la barrera, el jefe de estación activa el ascensor especial, y cariñosa me saluda la taquillera, entro plácidamente en el vagón. Pasa una estación, otra y otra más, las puertas se abren y como si de la mismísima Venus de Milo se tratase, apareces tu.

Ahora te sonrío, ahora clavo mi mirada en ti, ahora tu ya no me rehuyes, ahora me devuelves la mirada, ahora tu silla se coloca junto a la mía, ahora empezará mi nueva vida.
Fernandoj06 de febrero de 2012

8 Comentarios

  • Retales

    Un hermoso acto de amor. El final cómo siempre, imprevisible, duro y certero.
    Excelente Fernando!

    06/02/12 01:02

  • Fernandoj

    Gracias Retales, se hace lo que se puede.

    06/02/12 01:02

  • Alumine74

    Fernando no imaginas lo grato que es para mi encontrar una publicación tuya nuevamente!!!
    Inmensa alegría
    Un abrazo sincero para vos!!!!

    06/02/12 06:02

  • Kc

    Muy linda tu publicacion para reflexionar y dar plusvalia en todos los aspectos de nuestra vida. Un abrazo!!!

    07/02/12 01:02

  • Endlesslove

    Es una historia que conmueve, no podemos estar indiferente ante este relato, me parece hermoso como lo son sus personajes.
    Un placer leerte

    07/02/12 03:02

  • Fernandoj

    Alumine gracias, pero sin duda el placer es mío.

    07/02/12 09:02

  • Fernandoj

    KC, muchas gracias por tu acertado comentario.

    07/02/12 09:02

  • Fernandoj

    Endlesslove, de verdad que agradezco un comentario tan generoso como el tuyo.

    Un saludo.

    07/02/12 09:02

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