Esclerosis Uterino
17 de julio de 2008
por forloren
La inocencia le hizo pedazos el alma. Mientras hacía a un lado su rostro para evitar esa mirada penetrante cual parecía que le violaba con sus globos oculares, él se acercaba con su léxico complejo y su teñida elegante y cara. El disfraz de "caballero" le hacía juego con su mirada cínica y masculina. Era tan imponente esa presencia deliciosa que le removía el vientre hasta secretar miel de estrógeno bajo sus ropas.
Entonces ella se levantó de su silla y atravesó la puerta sin hacer caso a sus deseos. La piel le hervía, pero no era estúpida. Se encerró en su habitación y pensó en fresas y chocolate. En una hora ya estaría bien.
Miró el cristal que dibujaba el exterior, y entre las estructuras metálicas y las fábricas protonucleares, observó ese enorme vehículo de caracteres esquemáticos y fríos que le esperaba. Era enorme. Las plataformas que se erigían en el aire apenas lograban alcanzarlo, y más que transporte, parecía un cuartel militar con ruedas.
Desde el exterior se dirigieron a la niña.
"Te esperamos. Cuando te sienta cómoda puedes advertirnos de bajar contigo"
La resonancia de la voz del mayor le recorrió empalagoso al oído.
El tratamiento de preparación anímica surtía efecto en su sistema. Estaba más acelerada que de costumbre. Era una olla a presión de actividad, energía, deseo y fuerza. Ella misma desconocía esa pasión inverosímil en su cuerpo. Las pastillas y las inyecciones le hacían sentir viva.
No le gustaba del todo.
Con el tiempo vería las cosas distintas, supuso. Después de todo, la llenaban de calor para luego evaporarla.
Bajó por las escaleras del brazo del mayor. Se aferraba a él con las mejillas hechas unas cerezas. Con cada paso sus pechos rozaban el uniforme y eso le sacaba sonrisas. Ella lo miraba dulce y jueguetona para sofocarlo con fantasías, pero él era un senil con experiencia en proyectos como el suyo. La depositó en la construcción junto con otros paquetes de senos y dulzura, y desaparecieron tras las fábricas una vez partieron.
Durmió todo el día y soñó con el mar, con hombres, con niños y colores.
Cuando arribaron, 6 inspectores se abalanzaron contra ellas marcando sus manos con un número. Anesteciaron a cada una y las acostaron sobre unas mesas qirúrgicas. Las llevaron hasta unas salas pulcras y abrieron sus piernas para convertirlas en muñecas. Sus nervios fueron conectados con sus ovarios hasta pequeños reactores que mezclaron en huesos, carne y piel.
Luego todo este mecanismo estuvo listo, las sedaron y las bañaron en un líquido azul. Las mesas en las que dormían se desplegaron y las envolvieron como cápsulas. Las embalaron unos camiones hasta un hermoso estereotipo de represión social, donde las paredes eran cercas blancas y los silos fachadas de casa.
Ahí las instrumentalizaron para conectarlas con incubadoras. Ahora todas ellas eran madres de las fabricas que desde niña vieron crecer. Su sueño era todo un proyecto de vida y terminaba justo en aquel matrimonio sistemático con los planes de expansión de consumo.
Muy bueno, Forloren. Lo encuentro similar a la vida de muchas mujeres ...