TusTextos

¿qué Pasa?

Lo que engancha del amor
es que es irracional,
implacable
e impredecible;
te cae como un rayo encima
y no sabes ni de dónde ha venido
pero ahí estás tú de golpe
riéndole las gracias.
Eso pensaba ella
mientras caminaba por la ciudad
a su encuentro,
cambiándose veinte mil veces el peinado
y notando cómo las pupilas
iban expandiéndose
a medida que su imagen
se instalaba en su cerebro.
Llegó al punto de encuentro
a la hora acordada en punto,
ocupó un banco de piedra
y esperó.
Esperó.
Ella sonrió pensando
que, si era él quien llegaba,
esperaría toda la vida.
Diez minutos después apareció él
con aquel aura de perfección irreal
que le rodeaba siempre
(o que al menos ella veía,
quizás no de forma objetiva).
El corazón comenzó a palpitar con fuerza,
como si estuviera protestando
a golpes contra la caja torácica.
Ella suspiró en respuesta
y recibió el beso casto que él le ofreció.
Sacó cualquier tema
con la esperanza de oír su voz por un rato largo,
sedienta de recabar información suya.
Él se veía tan fuerte e independiente...
y aun así algo en ella
decía que quizás aquella coraza
que tanto le había costado construir
no era solamente una fuerza de protección
hacia lo exterior,
sino también hacia lo interior.
Agarrándole la mano se preguntó
si él se aferraba a la palabra aprecio
para no reconocerse a sí mismo
que alguna cosa más intensa
estaba comenzando a nacer.
A lo mejor no quería ser vulnerable
ante los sentimientos inconstantes
e incontrolables hacia alguien
que un día cualquiera,
en el peor momento,
podría elegir no seguir quedándose.
Rechazó tal suposición.
Él no podía estar tan ciego
como para no leer
todo aquello que sus ojos
le gritaban cada vez que se veían.
No podía ser tan obtuso
como para no presentir
el pánico en su voz
cuando nombraba un posible final futuro
o cuando le abría las puertas
a una simple amistad en tal caso.
Él tenía que haberse dado cuenta
de cómo le lloraban los ojos
cuando le decía algo tierno,
de lo contenta que se ponía cuando la besaba
o cuando él la abrazaba con ternura y torpeza.
Él tenía que presentir
que bajo el cariño que ella le profesaba a diario
se escondía algo más profundo,
más luminoso,
más lleno de ilusión.
Tenía que ver las ganas de derribar sus dudas,
la falta de ansias de irse de su lado,
los deseos de tocarle o de agarrarle la mano.
Decidió que tendría paciencia con él
y que todo tipo de esfuerzos
merecerían la pena
si eso hiciera que él estuviera bien.
Sonrió para sí misma,
aferrándose a su brazo
y mirándolo con candor bajo las pestañas.
¿Qué pasa?
Él rozó su mejilla,
su mirada era intensa
en busca de respuestas.
Ella se carcajeó con dulzura
besándole en el cuello.
Un burro por tu casa, respondió.

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Foryou139622 de febrero de 2017

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