Y ves cómo esa persona se marcha. Recuerdas aquellas palabras de A tres metros sobre el cielo; los caminos se bifurcan, cada uno toma una dirección pensando que al final los caminos se volverán a unir
Desde tu camino ves a la otra persona cada vez más pequeña...
Y la parte ilusa de tu corazón te tranquiliza diciendo que no te preocupes, que volverá, porque sois dos piezas de un todo que no se pueden separar
Miente. Lo sabes. Sabes que es una gran mentira, que una vez se vaya todo habrá acabado.
E intentas volverte, correr tras él y alcanzarlo. Agarrarlo y hacer que te mire a los ojos, que vea todo el amor que éstos guardan para él... pero contra todo pronóstico, no haces nada.
Permaneces quieta en el inicio de la bifurcación, observando el sendero que has de seguir, comenzando a caminar pero mirando por las rendijas del muro hacia tu otra mitad, que avanza sin descanso al otro lado.
No mira atrás, no llora, no ríe... Todo ha acabado.
Y de golpe un grupo de palomas blancas rompe a volar debajo del puente desde el que querías tirarte... y son ellas las que te devuelven la vida. Las que te dicen: eh, tú, no, no huyas. Hay alguien en otro camino que está llegando hacia ti... ¿Lo vas a dejar solo? Vive, él no se preocupará más por ti y renaces.
Que bonito escrito me hizo sentido.