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Avylon: Proyecto 23

Laboratorio de operaciones del ejército estadounidense
Vietnam (1969)
- Los frascos no resisten la toxina Doctor, debemos colocarla en algo más sólido, de otra manera se derriten muy fácilmente – decía el soldado Hatchet, mientras lanzaba más frascos al cesto de basura.
- No podemos seguir desperdiciando este componente, me ha costado mucho trabajo poder llegar a la fórmula correcta. Debemos tener éxito Hatchet, no nos queda otra opción para salir de este maldito lugar – exclamó el Dr. Wellington, con el máximo temor de quedar atascado allí de por vida.
Las tropas estadounidenses estaban atrapadas en territorio vietnamita, con muy pocas provisiones de comida, agua y pocos medicamentes para los primeros auxilios. Pero habían avanzado en algo, ya que lograron construir una pequeña base subterránea que utilizaban como laboratorio científico. En este lugar operaba el Dr. Wellington, un hombre que fue especialmente enviado para probar su proyecto 22, una fórmula que crearía el soldado perfecto, dotado de capacidades sobrehumanas para poder resistir las batallas constantes en territorio enemigo.
Anteriormente había experimentado 21 pruebas fallidas, pero descubrió el núcleo que generaba los errores, por lo tanto estaba seguro de que no podía fallar una vez más. Este proyecto ultra secreto de la armada americana tenía de nombre “Avylon”, consistiendo en una enzima capaz de mutar dentro del cuerpo y elevar su resistencia e incrementar su fuerza diez veces más de lo que toleraría el cuerpo humano.
Había caído la noche, una de esas tantas dolorosas en el campo de batalla, donde solo se escuchaban sonidos de explosiones, aviones sobrevolando la zona y ametralladoras siendo disparadas sin cesar. Pero resultaba un día clave en la historia científica, según las palabras del mismo Dr. Al gobierno americano.
Aquí no había margen de fallo, el mínimo error podía resultar fatal, así que había que replantearse el hecho de utilizar seres humanos en algo tan ambicioso. Casualmente, el general Hambridge había ordenado que el sujeto de prueba para este experimento fuese el soldado Hatchet; esto fue debido a que no resultaba muy eficiente dentro del campo de batalla y varias veces había salvado su pellejo ante la mirada mortal del enemigo.
- Bueno, creo que está todo listo. Podemos empezar con la prueba 22 – dijo el Dr. Wellington, encendiendo los capacitadores que estaban conectados a un enorme tubo de metal, que estaban impregnados de la droga “Avylon”.
Hatchet se había quitado el chaleco y las botas, a punto de acostarse en la camilla de hierro para someterse a las pruebas. Sudando bastante, el mismo dijo: - General, ya no me opongo a esto… solo quiero decirle que si algo sale mal, por favor hable con mi esposa y dígale que la amo, que cuide muy bien a Kitt –
- No seas marica Hatchet, esto no puede salir mal! Wellington ya ha encontrado la solución al problema. Es hora de que te pongas los malditos pantalones de una maldita vez; estamos en el maldito territorio de guerrilleros norvietnamitas que quieren matarnos a toda costa, así que acuéstate en esa maldita camilla de una maldita vez! – reprochaba Hambridge, con una habitual actitud cabrona.
El soldado no podía echarse atrás, por lo cual se acostó a la camilla, siendo amarrado por unas cuerdas muy resistentes, dado a que una enorme aguja debía atravesar su cerebro, inyectándole la enzima y podía provocarle una reacción adversa, así que había que estar prevenidos.
- De acuerdo, en 2 minutos comenzará el proceso de mutación. Fase de reactores activada, circuitos encendidos, todo preparado. Ten calma Hatchet, dentro de pocos minutos serás el mejor soldado que haya conocido la humanidad – decía el Dr. Wellington, convencido de que si su fórmula funcionaba, podía crear un enorme ejército de superhombres, a los cuales nadie podía enfrentarse.
La ignición había comenzado, todo lo que aparentaba ser irreal estaba a punto de ser demostrado, ya solo restaba ver los resultados. Bajo el suelo vietnamita podía resurgir una nueva era de la medicina.
Habían pasado los 2 minutos indicados y el proceso de mutación dio inicio, administrando grandes cantidades de “Avylon” al cerebro de 22 (modo de prueba), ya que no podía seguir utilizando el nombre de Hatchet, a causa de haber sido expuesto a la mutación de su persona.
- No veo que suceda nada, al parecer ha fallado nuevamente Doc – expresó el general Hambridge, cruzado de brazos y observando el proceso, siendo el único que estaba autorizado para hacerlo.
- No se preocupe, la enzima está entrando rápidamente a su sangre, en muy pocos instantes podemos ver algo asombroso! – respondió Wellington, ansioso de ver los resultados.
Rápidamente, Hatchet comenzó a temblar y a tener convulsiones, algo que no había sucedido anteriormente con ninguno de los sujetos de prueba. Los resultados no eran normales a simple vista, ya que su aspecto se empezaba a deteriorar, su rostro comenzaba a partirse, los ojos se tornaron de un color rojizo y su piel tomó un extraño color verde oscuro, como si la enzima pudiese cambiar la pigmentación.
- ¿Qué demonios está pasando? – exclamó el Dr. Wellington, apagando todos los reactores, dándose cuenta que el soldado Hatchet había sido expuesto a una dosis más concentrada de “Avylon”, lo cual le produjo la muerte.
Una vez más no había logrado tener éxito con su experimento, cosa que ya lo había dejado completamente pesimista y fuera del asunto, ya que realizó muchas pruebas y todas fallaban de manera calamitosa, pues lo único que restaba era rendirse. El trabajo terminó.
- Dr. Wellington aquí se terminó su labor, mañana muy temprano vendrá a buscarlo un avión especial y lo escoltará nuevamente a los Estados Unidos. Ya no nos resulta útil aquí – dijo Hambridge, encendiendo un cigarrillo y retirándose de esa habitación.
El Dr. se quitó el uniforme y se fue a dormir, sabiendo que había fracasado nuevamente y ya no había vuelta atrás. Antes de retirarse dijo lo siguiente: - Que alguno de sus soldados se quede esta noche junto al objeto de prueba 22… quiero saber si ocurre algún cambio con la pigmentación y si las defensas pueden reconstruir algo de lo echado a perder –
- Como quiera… - exclamó el coronel LeBianco, quien se encontraba en el largo pasillo subterráneo que conectaba con todas las habitaciones construidas por ellos mismos.
El joven soldado de 20 años Mark Sanders, había sido el encargado de pasar la noche ante semejante objeto putrefacto, ya que ni siquiera podía llamarse cuerpo lo que se encontraba tendido sin vida en esa camilla.
Sanders había compartido muchas cosas con Hatchet, no había mucha diferencia de edad, además se conocían desde pequeños, por tal motivo no le resultaba para nada agradable tener que estar al lado del cuerpo malogrado de su amigo, pero eran órdenes que debía cumplir.
Ya todos se encontraban durmiendo, por tal motivo el mismo aprovechó y sacó de su bolsillo una pequeña botella de licor que tenía guardada desde que habían llegado a ese pozo del infierno llamado Vietnam; parecía lo único que le hacía olvidar el mal rato que todos estaban atravesando, más aún sin saber si regresaría vivo a su hogar con su familia.
- Brindo por ti Hatchet! Ojala seas más feliz en la próxima vida – decía Sanders, mientras bebía de la botella.
En eso, el cuerpo del soldado Hatchet comienza a moverse lentamente, como si hubiese empezado a recuperar los sentidos, cosa que a esa altura era algo imposible. Sus manos y pies recobraban movimiento nuevamente, pero ya no era él, sino que se había transformado en una abominación de piel verde con un rostro indescifrable.
Sanders arrojó su pequeña botella al piso, momento en que se paró y comenzó a gritar desesperadamente, intentando salir de la habitación, pero ya era tarde, debido a que Hatchet se levantó de la camilla, arrancando las sogas que lo sostenían sin ningún inconveniente y atacando a su antiguo compañero a mordiscos empezó algo inesperado.
Era extraño, ya que tenía un instinto caníbal que no había sido visto anteriormente, además poseía una gran fuerza en las manos, de la cual nadie podía escapar.
Sanders gritaba de desesperación mientras el soldado Hatchet se lo comía a pedazos, desparramando sangre por toda la habitación. Esto obviamente despertó la atención de los demás, que pronto se despertaron y fueron a ver qué era lo que había pasado.
¿Ironía del destino? Tal vez… pero lo cierto es que cuando entraron a la habitación, encontraron un regadero de sangre y los pedazos de sesos del soldado Sanders, además de ver que el proyecto 22 ya no estaba en su lugar.
- Santa madre de Dios, qué mierda pasó aquí!! – exclamó el general Hambridge, mirando asombrado lo que lo rodeaba.
- Funciona! “Avylon” funciona! – decía el Dr. Wellington, con una pequeña sonrisa en su rostro.
- ¿Funciona? Por Dios santo Wellington, de qué mierda estás hablando! Hay un río de sangre aquí y me dices que tu fórmula funciona? Además no sabemos dónde demonios está Hatchet, quien debería estar muerto, lee mis labios maldito hijo de perra M-U-E-R-T-O!! – expresaba Hambridge, con todos los nervios encima y a punto de estallar.
- No funciona como lo había planeado, pero algo puede hacer. Solo debo encontrar el punto de inflexión donde la droga hace su efecto adverso – explicaba el Dr.
- Ya me cansé de estas estupideces!! Wachowksy, Borlinger, Ortíz, busquen a Hutchet donde quiera que esté; esto no me huele nada bien – ordenó el general Hambridge a sus soldados, sabiendo que algo fuera de lo común estaba aconteciendo.
El terror empezaba a manifestarse en el fangoso escenario de Vietnam, suscitando un problema más al conflicto que en ese momento estaban atravesando.

Austin (Texas) 40 años después

- Dame otra cerveza Paul – decía Brick, sentado en la barra del “Razza Bar”, su lugar habitual de todos los días.
- Aquí tienes; dime la verdad, esas lágrimas que echaste hace rato eran por una mujer ¿cierto? – respondió el dueño del lugar, destapando una botella de cerveza Corona.
- ¿Por qué lo dices Paul? ¿Los hombres solo lloran por las mujeres acaso? – agregó éste, bebiendo un sorbo de su cerveza.
- No, pero un hombre sentado solo en la barra pidiendo una cerveza tras otra y lagrimeando a cada momento… pues, debería ser por una mujer. No lo tomes a mal, te conozco hace mucho tiempo, puedes contármelo –
- Betty, mi maldito problema es Betty… no sé por qué no puedo estar bien con ella, además no le he hecho nada – argumentaba Brick, mientras encendía un cigarrillo y se tomaba la cabeza con una mano.
- Entonces debes estar tranquilo si sabes que no hiciste nada. Sabes, es muy difícil entender a las mujeres, nunca se puede saber qué es lo que quieren. Mírame a mí, me casé tres veces y nunca pude entender a ninguna de mis esposas, era una más rara que la otra – decía Paul, secando un vaso de vidrio.
- Ojalá fuese tan simple… -
- Wow! Se achicó la montaña ¿o qué?, eres Brick Corman “el dueño de todas las mujeres”, es más… podrías acostarte esta noche con cualquiera de las mujeres que están en este bar ahora mismo, tienes esa capacidad amigo, debes aprovecharla –
- No entiendes Paul. Betty es demasiado especial para mí, es la única mujer que supo entenderme, estar conmigo cuando la necesitaba, fue mi mejor amiga cuando éramos adolescentes y ahora ni siquiera sé por qué no me dirige la palabra. Estoy mal amigo, esto es insólito – explicaba Brick, acabando su cerveza una vez más.
- ¿Quieres otra cerveza? – preguntaba Paul, notando que de verdad el hombre que tenía enfrente no estaba atravesando por un buen momento.
- No, creo que me iré a casa. Te veo mañana – respondió Brick, tomando su chaqueta de jean y las llaves de su camioneta Ford Bronco.
Brick Corman era un hombre que ya no tenía nada en la vida, había sido un mercenario especializado del ejército estadounidense hacía unos diez años, en su momento de gloria. Tras recibir cantidades de disparos, y que nunca se reconociera su trabajo, decidió dejar esa vida. Pero claro, no todo fue color de rosas para él, ya que estaba acostumbrado a llevar esa vida, entonces siguió haciéndolo por su cuenta, como una especie de vengador anónimo que rondaba las calles por la noche en busca de delincuentes baratos a quienes golpear.
Su familia estaba viviendo en Canadá, prácticamente se habían olvidado de él, tan solo tenía a su viejo amor Betty en la mente, pero ya ni siquiera ella le hacía caso. Había cometido muchos errores en su vida, por lo que no había vuelta atrás. Todos los días se acostaba solo en su cama, rogando por despertar y que todo cambiara.
Mientras conducía su camioneta por esa oscura y silenciosa noche, ve en medio de la calle a una persona de sexo femenino completamente desnuda y corriendo sin parar por todos lados lo cual le extrañó de sobremanera. Al acercarse a ésta, la mujer comenzó a correr como espantada.
- ¿Qué mierda fue eso? – se preguntaba Brick, virando la camioneta, tratando de seguir a la mujer por si necesitaba ayuda. Parecía raro, pero la mujer ya no se encontraba por ningún lado, como si la mismísima tierra se la hubiese tragado.
Al llegar a su casa, ve un rostro muy conocido sentado en un viejo sillón de madera y con una conservadora llena de cerveza. De por sí esto no resultaba muy agradable, ya que no eran siempre las mejores circunstancias cuando ambos se veían las caras.
Bajándose de la camioneta, Brick enciende un cigarrillo y se acomoda la chaqueta negra de cuero: - ¿Ugly Joe? Qué rayos haces aquí? –
- Brick!! Al fin llegaste, la cerveza estaba empezando a calentarse – decía el hombre, vestido con una camiseta blanca, un collar de oro y un sombrero de cowboy.
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntaba Brick, dándole una larga pitada a su cigarrillo.
- ¿No puedo sentarme afuera de tu casa a tomar unas cervezas? Jaja, esto es jodidamente irónico. Necesito hablar contigo – expresó Ugly Joe, quien tenía una enorme cicatriz en la cara que recorría desde su ojo izquierdo hasta el labio.
- Este no es el mejor momento – asintió el otro.
- Pues más vale que lo sea; no estoy aquí para perder el tiempo con tus pendejadas como siempre, así que agarra una cerveza, pon tu trasero en algún lugar y escúchame – exclamó Ugly Joe, apuntando con su Desert Eagle.
Hay situaciones ciertamente incómodas, que parecieran salidas de un cuento de Allan Poe, estrechamente ligadas a algo que no se sabe qué es. Pues al cabo de un tiempo uno termina acostumbrándose, pues ahí está el nexo que une todo.
Brick tomó una cerveza de la conservadora y se sentó en el piso, presto a escuchar lo que su antiguo conocido tenía que decir: - Te escucho –
- Han pasado como tres años ¿no Brick?, solo quiero que sepas que esta visita no compensa los cinco mil dólares que aún me debes, pero no vengo para eso ahora. Verás, hay algo que está jodido aquí, no sé si te habrás dado cuenta, pero estamos atascados en una situación de mierda que si no se resuelve pronto, estaremos todos más muertos que Marilyn… - decía Ugly Joe, eructando cada vez que terminaba una frase.
- No sé de qué estás hablando – respondió Brick, bebiendo su cerveza.
- Veo que todavía vives en un puto termo. Ok, por si aún no te has dado cuenta, te lo figuraré. Hace unos días empezó a saltar la noticia de la desaparición de varios soldados del ejército, que presuntamente estaban muertos; bueno, en realidad no solo eran soldados, sino que también gente común y corriente, pero con habilidades para la batalla. Si solo fuese ese el problema ningún idiota se molestaría en tomar cartas en el asunto, pero… aquí está el gran problema. Aparentemente un loco maniático hijo de perra se robó esos cuerpos para experimentar con ellos, resultando un maldito dolor de cabeza para todos –
- ¿Y yo que tengo que ver con todo esto, Joe? – preguntó Brick, encendiendo otro cigarrillo.
- No sabemos lo que el cabrón le metió a esas personas, pero resultaron ser víctimas de una especie de mutación, que en vez de convertirlos en súper soldados (lo cual era su idea primaria) los convirtió en monstruos verdes llenos de ira que matan a quien se cruza por su camino. Necesitamos tu ayuda Brick –
- ¿Necesitamos? – preguntó éste.
- El coronel Potts acudió a mí con la excusa de que era el único capacitado para enfrentarme a estas cosas, pero solo podía lograrlo contigo. Sabes que siempre se lavan las manos con todos, esos malditos hijos de perra nunca meterán el trasero en el fuego – explicaba Ugly Joe, con su habitual rostro de pocos amigos.
- ¿Qué ganamos con esto? ¿leche y galletas? – expresó Brick, parándose y bebiendo el resto de cerveza que le quedaba en la botella.
- 100.000 dólares que repartiremos entre los dos. No creas que me resultó fácil venir hasta aquí para ver tu cara de idiota nuevamente, pero no me quedaba otra opción –
- Puta madre Joe; no entiendo como sigues involucrándote con el ejército, sabiendo que te jodieron las veces que quisieron igual que a mí, con la única diferencia que yo tuve las bolas de salirme cuando pude – decía Brick, confrontándose a la misma situación de siempre.
- Escúchame una cosa estúpido, el ejército me importa una mierda. Mi único objetivo es acabar con esas cosas y cobrar ese dinero, nada más. Si aceptas ayudarme en esto, olvídate del dinero que me debes, con todo el resto tendré suficiente. Siempre dijeron que no teníamos las bolas suficientes para los retos grandes y ahora acuden a nosotros, demostrémosles que estaban equivocados – argumentó Joe, arrojando su botella de cerveza y subiéndose a su motocicleta.

West Monroe (Luisiana)

- Buenas noches, deme una botella de Wild Turkey y unos Chesterfields – decía Billy Ray, tras haber parado en una gasolinera que quedaba en el camino.
- Enseguida señor – asintió el empleado, sacando una botella nueva de la repisa, de la cual hasta se podía sentir ese aroma fresco y delicioso.
En eso, en la televisión estaban pasando unos flashes informativos en el canal de noticias:

Channel 6 News

- Hoy por la tarde, las autoridades del estado de Texas han declarado un estado de emergencia y planean utilizar fuerzas militares ante una amenaza reciente, de la cual no se conoce su origen, pero acarrea consecuencias mortales. Según fuentes aledañas, una especie de veneno desconocido está contaminando el aire de la ciudad de Austin, lo que conllevará a la expansión hacia otras ciudades y estados en caso de no tomar las medidas necesarias. Peor aún, se cree que este veneno es el causante de la mutación de varias personas, que presentan síntomas anormales y ejercen una terrible rabia incontrolable que los incita a matar despiadadamente. Se espera que en las próximas horas el gobierno determine las medidas a tomar y se tomen cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde. Soy Barbara Cromwell para el “Channel 6 News”. Seguiremos informando… -

- Oops! Creo que algo se está pudriendo en casa. Ojalá todo se solucione… - expresó Billy Ray, sacando un billete de 100 dólares de su billetera.
- ¿Es de Texas señor? – preguntó el empleado, sacando algo de cambio de la caja registradora.
- Así es, nací en Austin y viví allí hasta el 93. Pero decidí cambiar de aires, están un poco desquiciados por esos lados – respondió Billy Ray con una sonrisa sarcástica.
- Igual no se ha ido tan lejos… -
- Aquí estoy bien. Cuando tenga que mudarme lo haré si es necesario. Gracias, que pase una buena noche – dijo Billy Ray, tomando su cambio y retirándose del lugar.
Tras subir a su viejo Chevy Nova `74 verde, destapa la botella de whisky y bebe un largo sorbo, quedándose a pensar en la noticia que había visto en la televisión. De verdad algo estaba muy mal, lo peor era que nada se sabía del asunto, era todo más bizarro y patético de lo que parecía.
Al llegar a su casa, toma unas cuantas pastillas de speed, dos escopetas calibre 44 que tenía guardadas en el garaje y se sube nuevamente a su auto, sabiendo que no podía dejar pasar la oportunidad de hacer algo provechoso para el bien (personal).
Billy Ray era un tanto narcisista, no le importaba mucho el resto, solo pensaba en lo que le era más provechoso y siempre trataba de salir airoso de la situación, pero si bien no le agradaba la idea de volver a Austin, sabía que si no lo hacía las cosas podían empeorar aún más.
Era extraño, pero nadie parecía querer hacerse cargo del problema reinante, era lo que se conocía como DANGER 5, un caos de máximo nivel, donde había que actuar con rapidez y eficacia, ya que el más mínimo error podía desatar un pandemónium nunca antes visto.

De vuelta en Austin…

Brick siguió en su camioneta a Ugly Joe, al tanto de que también se había vuelto asunto suyo y no podía dejar de hacer algo al respecto. Constantemente debía acelerar para no perderlo de vista, ya que éste estaba acostumbrado a manejar su motocicleta a toda velocidad.
Ugly Joe tenía un carácter no muy amistoso, además no tenía una buena relación con su antiguo compañero, ya que durante años existió una rivalidad entre ambos por cuestiones de liderazgo, lo habitual.
Tras doblar por una curva muy cerrada, una silueta se empieza a dibujar en la oscura ruta, lo cual hizo que el mismo frenase de golpe la motocicleta y saliera despedido varios metros entre los arbustos al costado del camino. El problema estaba presente por todos lados y esta no era la excepción.
Brick frenó de su camioneta y tomó su escopeta Remington M870 calibre 12 del asiento trasero, bajándose muy rápidamente empieza a apuntar a la criatura que empezó a correr hacia él con toda su furia, dispuesto a comerlo vivo en potencia caníbal indescriptible, pero el ex soldado era muy rápido con el arma y logró darle un certero disparo en la cabeza, destrozándosela como un pedazo de vidrio frágil.
En eso, va a fijarse entre los arbustos cómo estaba Joe, quien había tenido suerte gracias al casco que lo protegía y había caído entre las plantas, por lo cual no sufrió heridas graves, más que raspaduras y el impacto del golpe.
- A ver si para la próxima bajas un poco la velocidad, esto no es el circuito de Mónaco – decía Brick, ayudándole a levantarse.
- Mejor vayámonos rápido de aquí, esto no tardará en llenarse de esas asquerosas abominaciones – respondió el otro.
- ¿Adónde iremos? – preguntó Brick.
- “Sweet Bunny”, necesito tragos y tetas en este instante – agregó Ugly Joe, encendiendo un cigarrillo de marihuana que tenía en el bolsillo.

“Sweet Bunny Club” (12 minutos después)

- Este lugar tiene las mejores mujeres, créeme no saldrás decepcionado de aquí – decía Ugly Joe, sentándose en una mesa frente a la pista erótica.
- Eso espero… - suspiró Brick.
En eso cae la bella mesera llamada Tifanny, quien deslumbraba por sus enromes pechos y además era sumamente agradable con los clientes.
- ¿Qué se van a servir? – a mí tráeme un “Escalera al cielo”, ordenó Joe.
- A mi solo tráeme una cerveza – dijo Brick, con rostro de cansado como siempre.
En eso sale a escena una hermosa bailarina, la exuberante “Lady Inferno”, quien vestía un traje de demonio sumamente sensual. Había comenzado su set con la canción Lady Marmalade de Labelle, realizando unos movimientos que despertaban el deseo de todos los presentes.
- Aquí viene la mejor parte… - expresó Joe, momento en el cual la hermosa mujer comenzó a desprenderse lentamente la ropa, mientras bailaba alrededor del frio y húmedo caño.
Todos los hombres que estaban en el lugar comenzaron a gritar, sosteniendo los billetes en sus manos, esperando que la mujer se arrimara a ellos para poder colocárselo en la tanga roja. Algunos generosos dejaban billetes de 100 dólares, lo cual se daba en las mejores noches.
- No deberíamos estar aquí – dijo Brick, bebiendo un trago de su cerveza.
- Repite eso… por poco casi muero hace menos de media hora y me dices que no deberíamos estar aquí. Vete si quieres, nadie te obligó a venir – respondió Ugly Joe, cortante como era habitual.
- No lo haré. Me hiciste sentir curiosidad por esas malditas cosas, así que te seguiré adonde vayas –
Lady Inferno había terminado su set, tomando su ropa del piso y tapándose los pechos, saludando al público que la adoraba de sobremanera. En eso, un hombre calvo de tez totalmente sale detrás de las telas con mucha sangre en la boca, se abalanza sobre la mujer arrancándole un pedazo de cuello y masticándolo como un manjar. El lugar comenzaba a llenarse de sangre desatando dudas por parte del público, que pensaba que era parte del show, a sabiendas de que algo parecido estaba sucediendo en la ciudad, pero sucedía que no estaban muy bien informados, ya que los medios de comunicación no decían la completa verdad de la situación.
- Me lleva mi madre!! – exclamó Ugly Joe, sacando su Desert Eagle .357 Magnum y disparando unas seis veces a la criatura, llenándola de agujeros por todos lados, lo cual despertó el pánico general.
Las puertas estaban selladas, ya que no se podía dejar así nada más a la gente, ya que daría mala reputación al local y saldría publicado en todos los medios, por lo tanto el señor Attinson quien era el dueño, decidió no dejar salir a nadie.
Pero donde hubo fuego cenizas quedan, en ese lugar no solo se encontraba aquella criatura, sino que había muchas más, todas con una ira insaciable y con ganas de descuartizar a todo el mundo. El desastre había pasado a convertirse en el pan de cada día.
- Espero que tengas suficientes balas… - dijo Brick, quien había dejado su arma en el auto.
Estos mutantes no tardaron en empezar a devorarse a todos los presentes, arrancándoles los intestinos y comiéndose sus extremidades con mucha facilidad. Eran imparables, ya que poseían una fuerza sobrenatural.
Ugly Joe comenzó a disparar a cada uno de estos, a algunos alcanzó a matarlos, pero a otros tan solo herirlos, ya que debía recargar su arma con la mayor velocidad posible, lo cual dificultaba las cosas.
- No me alcanzarán las balas, debemos salir de aquí como podamos – dijo el mismo, buscando el último cargador que le quedaba.
En eso, uno de los mutantes se arroja sobre Brick tomándolo muy fuerte del cuello, que era la forma que usaban para inutilizar a sus víctimas y posteriormente comérselas. En un rápido acto, el hombre patea una mesa y deja caer una botella que se quebró con la caída, tomando un pedazo de la misma se la clava en el ojo a la criatura, la cual lo soltó y empezó a sangrar, momento en el cual Joe le disparó una vez en estómago y la segunda en la cabeza.
El lugar estaba completamente salpicado de sangre y restos mutilados por todas partes, era el mismo infierno el que se había instalado y era imposible escapar, solo restaba transformarse en comida.
Unas sirenas comenzaron a sonar, al mismo tiempo que una estruendosa explosión ocurrió, destrozando la puerta de entrada y dando paso al equipo militar de rescate de turno, que merodeaba por la noche en busca de infectados, para así exterminarlos y reducir el número de los mismos. Estos traían artillería pesada, con la cual comenzaron a disparar sin cesar, destrozando a todos los mutantes con sus potentes armas.
“Sweet Bunny” quedó completamente destrozado, quedando tan solo cadáveres y humo por todos lados. Había que destacar que si la víctima de estas criaturas no llegaba a morir, podía convertirse en uno de ellos, pero si morían la mutación no surtía efecto con AND muerto.
Tras terminar la lluvia de balas, un hombre uniformado se baja de una de las camionetas, el mismo trían un habano en la boca y tenía un ojo de vidrio que lo delataba a la perfección; un hombre que había pasado por muchas batallas, y sabía muy bien lo que tenía que hacer.
- Coronel Potts… por lo que veo aún tiene cartas bajo la mango – exclamó Brick, limpiándose la sangre salpicada que había en su rostro.
- Corman, me alegro que hayas aceptado la misión. Eres una pieza fundamental en el “Factor E” – dijo el coronel, con su particular voz ronca.
- ¿Factor E? – preguntó Brick.
- Lo llamamos factor E, porque consideramos que “Extinción” era la palabra adecuada para tratar con estas porquerías subnormales. Vamos a exterminarlas por completo, dalo por hecho.
- Siempre tan original… - agregó el ex soldado, caminando entre los cuerpos malogrados y subiéndose a su camioneta. Joe había decidido acompañarlo, ya que adonde fuesen tenían que afrontar el mismo problema.
El gobierno había declarado el estado de emergencia, con pretensiones de evacuar a todos los habitantes de la ciudad lo más lejos posible de allí, ya que se corría un riesgo enorme. Aunque las posibilidades eran muy bajas, debido a que no se contaba con suficiente transporte para sacarlos a todos de allí, era como estar atascado junto al demonio.
Prestos a partir, todos ven a un sacerdote que venía caminando con mucha dificultad, tomándose el cuello con una mano y escupiendo sangre a cada paso, pintando de rojo el asfalto. Rápidamente, uno de los soldados se dirige hasta él: - Padre, ¿se encuentra bien?
El hombre tomó al soldado del brazo: - Están por todos lados, el Apocalipsis ha llegado, estamos siendo condenados por nuestros pecados – al parecer había sido atacado por una de las criaturas, pero había logrado escapar.
En eso, el coronel Potts desenfunda su Heckler & Kotch 9mm, disparándole al sacerdote por todo el cuerpo hasta verlo caer; sin estar conforme, arroja su arma al piso y desenfunda otra pistola de la misma marca y mismo calibre, ya que tenía una de cada lado, vaciándole el cargador al hombre que ya se encontraba tendido en el piso.
- Coronel que está haciendo!! – exclamó el soldado Rivera.
- He visto como las víctimas de esas criaturas pronto se convierten en uno de ellos, mi objetivo es detenerlos como sea – argumentó Potts, arrojando su habano sobre el cuerpo del sacerdote, escupiéndole posteriormente.
Tras dar la orden todos partieron de ese lugar, a seguir acabando con todos los mutantes que encontrasen; solo restaba esperar a ver quién era el próximo en convertirse en una víctima más.
Billy Ray había llegado a la ciudad de Austin, notando que todo se encontraba muy destruido, sucio y con un apestoso olor a cadáveres, lo cual era una malísima señal. Allí obviamente se encontraba la valla fronteriza, custodiado por dos oficiales policiales, los cuales se acercaron al hombre.
- Señor, ¿motivo de su visita? – preguntó uno de los oficiales, con un característico bigote que lo hacía parecer a Clark Gable.
- Limpieza general… - respondió éste, con poca paciencia al ver uniformados.
- Estaciónese a un costado por favor, revisaremos el auto –
- No hace falta, traigo muchas armas, y no hace falta que me pregunten para qué. Vengo a ayudarles, eso es todo – agregó Billy Ray, encendiendo un cigarrillo.
- La fuerza militar se está encargando de esto. Por favor bájese del auto y coloque las manos sobre el techo – dijo el oficial, tomando sus esposas.
- ¿Estoy detenido? ¿No creen que tienen cosas más importantes de qué ocuparse?, les dije que venía a ayudarlos –
- Señor por favor bájese del auto o tendremos que utilizar la fuerza – dijo el uniformado, perdiendo la paciencia.
Billy Ray bajó de su Chevy Nova, sabiendo que la autoridad era lo peor que existía, ya que en vez de hacer correctamente su trabajo hacían uso del peso que les daba el “uniforme”, pero siempre con una incompetencia que poco se podía tolerar. Coloca sus manos sobre el techo del auto como habían ordenado los oficiales, mientras uno de ellos procede a tomarlo del brazo, doblándoselo para esposarlo.
- Aquí no aceptamos héroes baratos, eres un imbécil – dijo el oficial con una sonrisa que solo los cerdos tienen.
En eso, cruza por allí una camioneta Dodge muy vieja y destartalada, con muchas mujeres hermosas y armadas hasta los dientes, que comenzaron a disparar a los oficiales de policía a quemarropa con enormes ametralladoras, en pleno acto anárquico.
- Letty, mata al maldito empleado del puesto de peaje – dijo una de ellas, que tenía un lunar igual al de Cindy Crawford y una boina militar.
La mujer de grandes pechos se bajó de la camioneta, dirigiéndose hasta la cabina donde se encontraba el hombre, que no tuvo otra reacción más que levantar los brazos sin decir una sola palabra, hasta se habrá orinado en los pantalones. Sin dudarlo, le dispara cuatro veces con su hitaca, llenando de sangre el lugar.
- Ahora nadie nos impedirá el paso – dijo la mujer de boina militar, quien parecía ser la líder de todas ellas.
Billy Ray encendió un cigarrillo y se acercó a éstas, viendo que no tenían una forma muy ortodoxa de tratar con la gente, pero al fin y al cabo lo habían ayudado.
- Gracias… aunque no era necesario que mataran a todos – dijo el hombre, con una pequeña sonrisa.
- Estos hijos de puta no conocen el verdadero problema, creen que los pueblerinos no sabemos pelear. Pues las “Evil Angels” pateamos traseros mejor que nadie – expresó la mujer con un acento que no era otro que de Tennessee.
- Más ayuda nunca está de más, que tengan suerte – agregó Billy Ray, subiéndose a su Chevy Nova y dirigiéndose a toda velocidad al centro de la ciudad.
El Coronel Potts había ordenado llevar artillería pesada para acabar con la amenaza, no le importaba el destrozo de la ciudad, ya que pensaba que una raya más al tigre no le haría daño. La forma de operar de las fuerzas militares era disparar sin cesar.
Brick viró la camioneta, tomando otro camino, sin seguir al coronel Potts y el resto de los soldados, aparentemente no tenía pensado seguir las órdenes de nadie, tan solo quería hacer las cosas a su manera.
- ¿No se supone que debemos seguirlos? – preguntó Ugly Joe, encendiendo un cigarrillo con su zipo dorado.
- No veo la necesidad de hacerlo, además debemos ver a alguien – argumentó Brick, con menos paciencia de lo usual.
Por el camino iban atropellando a todos los seres verdes que se interponían, cubriendo el asfalto de sangre. Era increíble, pero el nivel de infección estaba aumentando a pasos agigantados, como una especie de virus contagioso, algo parecido a la gripe.
Los dos hombres se dirigieron a las afueras de la ciudad, donde habitaba un viejo amigo de Brick llamado Pitbull, sobrenombre con el cual se lo conocía en la armada debido a su gran tamaño. Este era un médico militar, quien debió dejar su oficio debido a quedar cuadripléjico tras un accidente automovilístico en una lluviosa noche de 1990.
Asegurándose que la zona se encontrara despejada, ambos bajaron de la camioneta y se dirigieron a golpear la puerta, la cual hacía mucho eco cada vez que era golpeada. El hombre parecía no querer atender, tal vez por temor a un posible ataque, ya que estaba totalmente indefenso.
- Pitbull abre la puerta, soy Brick Corman! – gritó éste, sin parar de golpear.
El hombre salió a recibirlos en su habitual silla de ruedas, vestido con un ridículo pijama de Bob Esponja, lo cual hizo reír a ambos y además estaba tomando un café espumoso, lo cual era su especialidad.
- ¿Qué los trae por aquí? Pensé que ambos habían muerto… - expresó el hombre, haciéndoles pasar a su casa, que por cierto se encontraba muy ordenada.
- Necesitamos que nos digas qué es lo que está sucediendo. Cuál es el origen de todo este infierno que estamos viviendo – dijo Ugly Joe, sacando una cerveza de la heladera, actitud desubicada que presentaba en todos lados.
- Pensé que lo sabrían; por lo visto el maldito de Potts no cuenta las cosas. Hace unos días un científico loco llamado Alphonse Wellington puso a prueba su Proyecto 23, conocida por ser un veneno extremadamente nocivo y peligroso para la humanidad llamado “Avylon”. Las anteriores pruebas fueron hechas en Vietnam a fines de los 60´s; al parecer la fórmula de convertir al “súper soldado” no funcionó, generando la mutación del soldado de prueba, quien en un ataque de ira incontrolable mató a todos sus compañeros. Esta toxina se une al tejido corporal, cambiando el color de la pigmentación y llega directamente al cerebro, lo cual hace cambiar el carácter de la persona, volviéndola hostil y con una rabia imposible de parar. Wellington logró escaparse y ha estado trabajando con este proyecto durante 40 años, con las intenciones de mejorarlo y poder crear el soldado perfecto, pero una vez más falló. Los efectos fueron los mismos que en Vietnam, pero las consecuencias son mucho más graves, ya que por lo visto este veneno tiene una forma de ser transmitido, que es siendo mordido por estos seres. Ese anciano loco sabía lo peligroso del asunto, pero aún así lo puso a prueba.
- ¿Dónde podemos encontrar a Wellington? – preguntó Brick.
- En el cementerio. Su mismo objeto de prueba fue quien lo asesinó y fue el mismo que transmitió la infección a todo el resto – explicó Pitbull, tomando su café con suma delicadeza.
- Demonios, nunca todo puede ser perfecto, con las ganas que tenía de matar a ese hijo de puta! Escucha, sabemos cómo matar a esas criaturas verdes, pero son demasiados! – agregó Brick, sudando en la frente de los nervios acumulados.
- Un momento… ¿y tú como rayos sabes todo esto? – exclamó Joe, bebiendo un sorbo de su cerveza.
- Trabajé con Alphonse hace unos 20 años, cuando no tenía donde ir, le di un techo, comida y le ayudé con sus experimentos. Me dijo estar convencido de que Avylon podía ser el arma perfecta para poder establecer la paz en todo el mundo y que con un ejército de súper soldados todo se revolucionaría y entraríamos en una nueva era. Le ayudé hasta donde pude, pero Alphonse estaba muy obsesionado con este proyecto, por lo cual tuve que dejarlo ir – explicaba Pitbull, bebiendo un poco de su café.
- Hijo de puta! Tú ayudaste a ese enfermo a crear a esas malditas criaturas que matan lo que se les cruce, no mereces estar vivo – dijo Ugly Joe muy furioso, sacando su Desert Eagle de su cintura y dándole un disparo en la cabeza a Pitbull, en una actitud un tanto egoísta.
- Qué carajo hiciste!! – exclamó Brick, agarrando a Joe del cuello.
- Este maldito no merecía vivir, suéltame ya Brick… tenemos cosas más importantes que hacer – dijo éste, con su habitual rostro de cabrón.
La televisión que estaba encendida en el canal de noticias no paraba de informar constantemente sobre el extraño fenómeno que sacudía a la ciudad, que estaba convirtiéndose en una terrible masacre.

Channel 6 News

- Hace no más de una hora, el gobierno ha tomado la decisión de cercar la ciudad con el máximo personal militar que cuenta, con el único objetivo de realizar una “limpieza general” (como lo llamaron) y poder terminar con esta pesadilla vivida. Según los últimos reportes, el número de víctimas se ha incrementado a 2.888, incluyendo mujeres, gente mayor, niños, además de cientos de animales que también padecieron el ataque de estas violentas criaturas. Por el momento solo nos queda rezar y esperar porque esto acabe pronto. Soy Barbara Cromwell para Channel 6 News. Seguiremos informando… -

En eso, suena el celular de Brick, el cual sintió una extraña sensación en el estómago al ver que la llamada era nada más y nada menos que de Betty, la persona que más quería en el mundo.
- ¿Betty? – contestó éste.
- Brick por favor ayúdame!, estoy encerrada aquí en mi casa, afuera está lleno de mutantes, mataron a mis padres y a mis hermanos. Están rompiendo la puerta y las ventanas, no tardarán mucho en entrar y matarme. Por favor Brick ayúdame por el amor de Dios! –
- Voy para allá ahora mismo, resiste Betty… ve hasta el cuarto de tu padre y agarra su escopeta de caza, en caso de utilizarla hazlo como te enseñé, llegaré rápido bebé, no te fallaré – decía Brick, con un tono desesperado, pero tratando de conservar la calma.
Ugly Joe se encontraba mirando por la ventana, viendo que el número de mutantes se multiplicaba a cada segundo, convirtiéndose en una plaga casi imposible de exterminar. Solo restaba luchar hasta donde se podía, sobrevivir era el único objetivo.
- Debemos llegar hasta la camioneta lo más rápido posible, corre sin detenerte y dispara a todos los que se te vengan encima, a ni uno más ¿ok?, vamos ahora! – exclamó Brick, abriendo la puerta de la casa y empezando a correr.
Ambos comenzaron lo que parecía el trayecto más largo de sus vidas, y eso que solo eran un par de metros hasta llegar a la camioneta. Como era de esperarse, los mutantes desesperados por comer carne humana, se abalanzaron sobre estos, corriendo desaforadamente, aunque esa misma ansiedad los convertía en un tanto torpes.
Brick comenzó a disparar con su Remington M870 a cada uno que se le acercaba, apuntándoles directamente a la cabeza, lo cual era muy complicado, ya que apuntar efectivamente en movimiento era muy difícil. Los sesos de las criaturas verdes se desparramaban por el piso como una gelatina desperdiciada.
Ugly Joe vio que una adolescente mutante completamente desnuda (y con muy buen cuerpo, por cierto) se le acercaba con mucha furia y sangre en la boca, por lo cual el mismo esperó que se acercara más, por lo cual la muchacha abrió grande la boca para empezar a masticarlo, momento en el cual el hombre le metió el caño de su pistola Desert Eagle en el pozo bucal, disparando y destruyéndole el cerebro, llenándose el rostro y la ropa de sangre.
Los dos lograron subir a la camioneta, arrancando y saliendo de allí a toda velocidad, aplastando a todo aquel que se cruzara en su camino, para ese momento el vehículo ya estaba totalmente teñido de rojo, con partes de vísceras y extremidades destrozadas por todos lados.
- Mierda, me estoy quedando sin balas, tan solo me queda un cargador – dijo Joe, limpiándose la sangre salpicada de su rostro.
- Encontraremos la solución, pero primero debemos ir por Betty. Si algo le sucede será el peor día de mi vida, no sé cómo podría llegar a asimilarlo… - explicaba Brick, conduciendo a toda velocidad por las calles infestadas de mutantes hambrientos.
- Puta madre!! Pensé que ya lo había visto todo! Mira eso… - exclamó Joe, mostrando que al costado del camino había dos mutantes mujeres haciendo el amor, completamente desnudas y llenas de sangre por todo el cuerpo, lo cual resultaba más bizarro de lo que parecía.
- Mutantes lesbianas!! Quién lo diría… - dijo éste una vez más, encendiendo un cigarrillo y riéndose tras aquella situación.
Los hombres habían llegado a la casa de Betty, viendo que ésta se encontraba completamente rodeada de mutantes hambrientos, que por cierto estaban destruyendo la puerta hasta con el uso de la cabeza.
- Debajo de tu asiento hay una Beretta cargada, necesito que me cubras, yo iré por Betty – decía Brick, bajándose de la camioneta.
El mismo comenzó a correr hacia la puerta, mientras que Ugly Joe se bajó de la camioneta también y empezó a disparar a mucha velocidad a la cabeza de cada una de las criaturas, que caían desplomadas al piso con el cerebro destruido.
Pateando la puerta, el hombre logra entrar y sube las escaleras hasta el cuarto de la bella mujer, quien se encontraba sentada junto a su cama llorando y temblando del pánico que estaba sufriendo.
- Bebé, salgamos de aquí… no hay tiempo que perder – dijo Brick, tomándola del brazo y bajando nuevamente.
- Brick, la ciudad está llena de esas cosas! ¿Qué haremos? – preguntaba ésta, totalmente fuera de control.
- Lo sé amor, lucharemos hasta donde podamos, no podemos permitir que esas abominaciones acaben con nosotros – explicó el ex soldado, con más precaución y cuidado al respecto.
Ugly Joe tenía problemas con la Beretta, ya que odiaba esa pistola porque constantemente se atascaba, siendo otra vez más contraproducente de lo que la situación deparaba en un momento semejante. En eso, uno de los mutantes que había recibido un disparo en el cuello, vuelve a levantarse a las espaldas de éste, parecía un camionero por la vestimenta que llevaba puesta, además de llevar una gorra de los Red Sox.
El hombre verde agarró fuertemente a Joe sin que éste lograra percatarse, mordiéndole la cara y arrancándole un pedazo, masticándoselo como un delicioso manjar. Brick captó la situación, sin poder creer lo que estaba viendo.
- Brick quítamelo de encima!! – gritaba Ugly Joe, sangrando como un cerdo acuchillado.
En eso, al mutante repentinamente le explota la cabeza, desparramando pedazos de cráneo llenos de sangre por todos lados. El disparo lo había ejecutado nada más y nada menos que Billy Ray, quien pasaba por allí y vio la situación, aunque desafortunadamente ya era un poco tarde.
- Esto si no puedo creerlo… presiona esto bien fuerte- dijo Brick, quitándose la camisa a cuadros que tenía puesta y colocándosela en el rostro a su compañero.
Billy Ray deja en el auto su fusil de asalto M16, encendiendo un cigarrillo y acercándose junto a los demás, caminando lentamente y con unos lentes de sol, que los usaba hasta de noche (y precisamente era de noche).
- Tanto tiempo hermano; veo que aquí se metieron en un gran problema – dijo el hombre, quien resultaba ser el hermano de Brick, aunque ambos tenían diferencias irreconciliables desde que sus padres habían muerto.
- ¿Para qué viniste? – preguntó Brick, con mucha sangre en las manos.
- Pensé que un poco de ayuda no estaría nada mal, además alguien debe enseñar aquí como se destruyen esas asquerosidades – siempre con el ego por las nubes.
- Debemos llevar a Joe al hospital, esto puede ponerse muy grave – decía Brick, ayudando a su compañero a levantarse.
- Según las noticias las víctimas de estos monstruos terminan convirtiéndose en uno de ellos – agregó Betty, quien ya parecía estar un poco más calmada.
- Sea como sea lo llevaré, no lo dejaré morir aquí – dijo Brick, arrastrándolo hasta su camioneta para poder darle asistencia médica.

Hospital Nortshore 15 minutos después…

Las cuatro personas habían llegado a la institución de salud, bajándose totalmente equipados con armas de fuego y cortantes también, nunca estaba de más ser precavidos.
Brick cargaba a Ugly Joe, quien cada vez se desangraba más y no parecía quedarle mucho tiempo; Billy Ray por su parte, parecía estar listo para la 3ra Guerra Mundial, armado hasta los dientes y con mucha bronca interna.
En el lugar no había luces, los transistores de energía parecían haber explotado, por lo cual debieron sacar linternas de la camioneta y entrar con mucha cautela, el riesgo de infección crecía a cada segundo.
- Billy Ray, ve con Betty a buscar a un médico, yo me aseguraré que Joe pueda resistir un poco más – decía Brick, sentando a su compañero en una silla de la sala de espera.
- No creo que aquí haya nadie, este lugar parece un maldito cementerio… - expresó Billy Ray, apuntando hacia todos lados, con un silencio que inundaba el lugar.
- Hazlo, maldita sea… no tenemos tiempo que perder – dijo nuevamente el otro.
Billy Ray y Betty comenzaron a caminar lentamente por los oscuros pasillos, notando que había un olor nauseabundo por allí, el característico olor a cadáver putrefacto y maldición eterna. No había que perder la calma, pero el solo hecho de estar allí hacía a uno orinarse en los pantalones.
- Espero que podamos salir lo más rápido de aquí – exclamó Betty, quien tomaba del brazo a Billy Ray del temor que sucumbía allí.
En eso, escuchan una especie de gemidos dentro de una de las habitaciones, estos parecían de una mujer pariendo, porque se mezclaban con gritos de dolor.
- Voy a abrir esa puerta… necesito que me alumbres con la linterna – dijo Billy Ray, sosteniendo firmemente su M16.
Muy lentamente comienza a abrir la puerta, mientras la mujer alumbraba hacia lo que desconocían. Parecía insólito, pero allí se encontraron con una mujer infectada, quien tenía la tez verde y gritaba de dolor, la misma estaba atada de manos a la cama muy fuertemente. Ambos vieron como de su vientre empezaba a salir una criatura del mismo color, totalmente llena de sangre y que emitía unos gritos igual de asquerosos que los de su madre.
- Qué mierda es esto! – expresó Billy Ray, empezando a disparar a la mujer y al pequeño bebé mutante con su ametralladora sin parar, desparramando sesos por todas partes, sin importarle absolutamente nada.
Por su parte, Brick que había escuchado el festín de balas, saca la Beretta que estaba en su cintura, sabiendo que allí no estaban solos y que podían vérselas muy negras en caso de no actuar correctamente. Pero sin notarlo ya era muy tarde, Joe ya se había transformado en uno de esos monstruos, arrojándose sobre éste y lanzándolo al piso. Brick lo tomó fuertemente del cuello, para impedir que lo mordiese, pero Joe tenía mucha fuerza al haber cambiado y no podría sostenerlo por mucho tiempo. En un acto desesperado le clava el dedo índice en el ojo derecho, largando un líquido fangoso y repugnante, lo que le dio tiempo de sacar un pequeño cuchillo que tenía en una de sus botas, la cual se la clavó a Joe en la garganta, inutilizándolo permanentemente.
El mismo aún no había muerto, por lo que Brick le vació la pistola propinándole seis tiros en la cabeza, matando a su compañero y siendo consciente que se había perdido el control de la situación. Nuevamente tomó su linterna y comenzó a tomar aire, agarrándose la cabeza de los nervios.
Los otros dos habían regresado, viendo lo que acababa de pasar, puesto a que ya no necesitaban de un médico. Billy Ray vio al Joe mutante totalmente ensangrentado, preguntando: - ¿Logró morderte? – apuntando con su arma a su mismo hermano.
- No, no lo hizo. Baja eso, ¿quieres?… ya he tenido demasiado – dijo Brick, dirigiéndose hacia la puerta de salida.
Desafortunadamente no todo estaba en orden, ya que por extraños motivos la puerta se encontraba cerrada, lo cual daba entender que había “algo” que no permitía dejarlos salir.
- Háganse a un lado, esto será un poco ruidoso – expresó Billy Ray, lanzando una granada de mano junto a la puerta, lo cual los hizo alejarse de allí. Paradoja del destino, la granada explotó e hizo volar la puerta en mil pedazos, permitiendo el acceso de una gran cantidad de mutantes hambrientos al lugar, habiendo resultado una pésima idea.
Los tres comenzaron a correr, sin saber muy bien adónde se estaban dirigiendo, pero lo más lógico era terminar el pasillo y esconderse en alguna de las habitaciones, sellando la puerta; por lo menos de esa forma podía caber la posibilidad de escapar por la ventana.
- ¿No tenías mejor idea que arrojar una granada? – dijo Brick, con una vos rasposa y agitada.
- ¿Querían o no salir? Hice lo que tenía que hacer, ya deja de ser tan idiota! – expresó Billy Ray, abriendo la puerta de una habitación, que parecía la más amplia de todas.
La misma no podía permanecer mucho tiempo cerrada antes de ser destruida por esas criaturas, por tal motivo había que buscar algo con qué cubrirla y hacerla más resistente.
Esa habitación estaba llena de camillas tapadas con fundas y cajones herméticamente cerrados, ya que habían entrado a la morgue, que de hecho era la habitación más grande de todas, pero no por eso la más segura.
- Creo que de todos los lugares que podíamos haber entrado elegiste el peor… - dijo Betty, mirando a su alrededor la cantidad de cadáveres que había.
- Eso ya no importa… hay que buscar la forma de salir de aquí – argumentó Brick, estudiando el lugar.
Los tres colocaron todas las camillas contra la puerta, una encima de la otra para poder evitar el ingreso de los mutantes que tenían planeado devorarlos como su más exquisita comida. Pero era la morgue, la única habitación que no tenía salida a ningún lado, ninguna ventana, ninguna entrada de aire, nada… estaban atrapados allí.
Las criaturas intentaban entrar a toda costa, la puerta estaba muy asegurada por lo que les costaría un poco, pero todos eran conscientes que no les llevaría mucho tiempo el poder hacerse de ingenio y lograr entrar para comérselos.
Billy Ray dejó su fusil de asalto contra la pared y se sentó en un rincón, encendiendo un cigarrillo de marihuana que tenía en el bolsillo de su chaqueta militar, diciendo: - Qué más da, de todas formas no tenemos forma de escapar de estas cosas –
- No podemos rendirnos tan fácilmente… - expresó Brick, un tanto más optimista.
- Abre los ojos hermano, es el maldito Apocalipsis!! Además esto no se terminará aquí, aunque consigamos escapar la infección pronto se esparcirá y el mundo se llenará de estos monstruos – dijo molesto Billy Ray, fumando su mota un tanto resignado.
- Él tiene razón Brick, no hay forma de escapar de esta situación, hicimos lo que pudimos, pero hay miles de esas criaturas allá afuera, esto ya es insostenible – dijo por su parte Betty, quien solo esperaba el momento de su muerte.
- No puedo creerlo, se rinden ante los contrapiés. No me importa, yo seguiré luchando hasta que no pueda sostenerme más! – respondió Brick, aún en busca de una posible solución.
Los efectivos militares habían reducido en un 60%, la mayoría se había entregado a su muerte al ver que era imposible acabar con la amenaza, solo una bomba nuclear podía acabar con todas esas abominaciones, pero eso ni siquiera era una opción.
El coronel Potts había ordenado la retirada del resto de sus hombres, ya que no tenía caso seguir combatiendo sin parar, debido a que el número de infectados se multiplicaba por segundo y ya se estaban quedando sin armas. La ciudad había sufrido un enorme daño, quedando en ruinas totalmente.

22 minutos después…

Los tres se encontraban sentados en el piso, prácticamente sin ideas, tan solo esperando qué podía pasar en los próximos minutos. Se podía decir que era como presos eternos esperando su sentencia.
- ¿Por qué me dejaste Betty?... no merecía esto, te fuiste sin decirme una sola palabra – decía Brick, muy dolido por lo que había sucedido con su chica.
- Brick, eres una buena persona y sabes que te quiero mucho, pero eres un alcohólico sin aspiraciones a nada. Nos conocemos hace años, yo avancé, hice mi vida, me convertí en una profesional ¿y tú? Desde que saliste del ejército no has hecho nada más que ir todos los días a ese sucio bar a emborracharte y hablar con el pedófilo de Paul. Ya tuve suficiente, necesito cambiar mi vida, de verdad – explicaba la mujer, con lágrimas que caían de sus ojos.
- No puedo estar sin ti Betty… sé que no he hecho las cosas bien y merezco ser abandonado, pero moriría por ti de verdad. Puedo cambiar… -
- Eso me lo has dicho cientos de veces Brick; ni tú ya te lo crees. Esto es ridículo –
- Quiero que seas feliz Betty, siempre lo quise. Fui muy egoísta al pensar solo en mí todo este tiempo, pero eres el amor de mi vida y haría lo que fuese para corregir mis errores. Resulta patético que te lo diga ahora, en un momento que todo está dado vuelta y el mundo se viene abajo. Tan solo quería que sepas antes de que muera que te amo con toda mi vida y que lo siento –
Billy Ray había fingido quedarse dormido, pero en realidad había escuchado toda esa conversación, notando que su hermano de verdad estaba completamente entregado a esa mujer, cosa que desconocía de él.
Brick tomó su celular, intentando llamar al coronel Potts en busca de un poco de ayuda, pero era en vano, ya que todas las líneas estaban totalmente congestionadas y resultaba imposible comunicarse con alguien.
- Billy Ray, levántate. Dame la ametralladora, tengo una idea – dijo Brick, comenzando a disparar al techo, que parecía ser la única forma de salir de allí.
- Cómo no se me ocurrió antes – expresó Billy Ray, buscando un cargador de su bolsillo.
- De acuerdo, encimaremos estas camillas y subiremos de a uno, recuerden que solo podemos ir hacia una dirección – explicaba Brick, alzando una camilla encima de otra, ayudando a Betty a subir.
Los mutantes estaban logrando entrar, rompiendo la puerta con una gran fuerza, por tal motivo había que apresurarse y escapar de allí lo antes posible antes de convertirse en su comida.
Los tres consiguieron subir para poder escapar, momento en el cual Brick dice: - Billy Ray dame una granada, sigan avanzando, no se detengan… – viendo que las criaturas habían logrado entrar a la habitación mortuoria.
El hombre lanzó una granada hacia abajo, escapando lo más rápido posible de allí; la misma explotó unos segundos después, volando en pedazos a los hambrientos monstruos, quienes desparramaron vísceras por doquier.

Casa Blanca (Washington D.C.)
El presidente de los Estados Unidos, Douglas Pryor había citado al general de las fuerzas militares Preston Pennebaker, el secretario de estado Vince Logometh y al biólogo Gerald Splitter, para una decisión unánime referente a lo ocurrido en Austin.
Mucho se había hablado respecto a lo que se podía llegar a hacer, pero nada dentro de lo razonable, lo cual dejaba muchas dudas en torno al futuro de una ciudad.
- No quiero perder el control de esta situación, pero lo único que se me ocurre es lanzar una bomba y acabar de una vez con la amenaza – decía Pennebaker, encendiendo un habano.
- Eso no solucionará nada; Avylon es el fruto de una creación nuestra, pensando que podía resultar como el mejor arma y sin saber que hemos creado un veneno letal que se irá esparciendo por todo el país, y dentro de poco tiempo al mundo entero. Con todo el respeto señor presidente… no hay forma de parar esto – argumentaba Splitter, consciente de que ya no quedaba absolutamente nada por hacer.
- Mi país se viene abajo, la patria soñada ya no existe. ¿Me estás diciendo que al cabo de un tiempo todos nos convertiremos en mutantes y nos comeremos unos a otros? Dónde ha quedado el respeto por la raza humana, los derechos de la gente. Esta no es la forma en la que Dios se supone deba castigarnos, escapa de lo racional! – decía el presidente Pryor.
- El 90% de la población es judía, así que no creo que a Dios le importe demasiado… - agregó el general Pennebaker.
- Señor presidente, creo que lo mejor será enviar tres aviones de carga y evacuar la ciudad. Posiblemente aún podamos salvar a las personas que no fueron infectadas, de esa manera podemos cercar la ciudad y exterminar a los mutantes – sugirió Logometh, siendo la persona que mayor confianza tenía con el presidente.
- De acuerdo Vince, creo que eso está bien… al fin y al cabo no se me ocurre otra cosa – dijo el presidente Pryor, sirviéndose un vaso de fino whisky escocés.

De vuelta en Austin

Brick, Betty y Billy Ray habían logrado escapar del hospital, viendo que la ciudad se encontraba completamente desolada, con un horrible olor a sangre coagulada por todos lados, fruto de todos los cuerpos mutilados durante el proceso caníbal con el cual estas criaturas operaban.
- Mierda! Mi camioneta fue destruida, lo único que me faltaba! Billy Ray debemos ir a en tu auto hasta la base militar, es el único lugar en el que podemos estar seguros – decía Brick, viendo su Ford Bronco ardiendo en llamas.
- OK! Pero no me ensucien el auto, lo digo en serio, porque los bajo en medio del camino… - expresó éste, odiando que gente se suba a su precioso Chevy Nova.
- ¿Podrías dejar de tener esa actitud de mierda por un momento? – dijo Betty, un tanto harta de la hostilidad que percibía.
- No cuando se trata de mi auto; si hay dos cosas que me molestan en este mundo es 1) que ensucien mi auto y 2) que la gente borracha empiece a hablarte tratando de contar una historia – explicó éste, encendiendo un cigarrillo.
Los tres se dirigieron a la base militar, que por cierto Brick conocía muy bien, habiendo sido como un hogar para él por muchos años, pero que no le traía muy buenos recuerdos por ciertas circunstancias que habían ocurrido, pero eso ya era saco de otro costal.
Una gran cantidad de mutantes estaba marchando por las calles, creando una muralla imposible de cruzar, habiendo creado una especie de conjunto indestructible.
- Me lleva el carajo!! Ahora qué haremos! – expresó Billy Ray, viendo a todas esas criaturas verdes acercarse con todo el hambre voraz del mundo y frenando violentamente el auto.
- Los muy hijos de perra aprendieron a convivir en grupo, son como una maldita sociedad!! – dijo Brick, sin poder creer lo que veían sus ojos.
Podían verse entre ellos: hombres, mujeres, niños y hasta bebés y animales mutantes! Era completamente irracional, pero tristemente era la realidad y el principio de lo que se asimilaba al Apocalipsis.
En eso, un helicóptero comienza a sobrevolar el lugar en una altura muy baja, totalmente equipado con ametralladoras de muy alto calibre, que empezaron a disparar ráfagas de 50 balazos por segundo, lo cual empezó a doblegar a todos los mutantes que se encontraban allí.
La gran cantidad de cuerpos que caían al piso completamente ensangrentados era totalmente impresionante, como si fuese un enorme campo de concentración con un pozo séptico lleno de cadáveres.
Lo extraño era que el helicóptero no parecía ser de las fuerzas armadas, ya que no estaba equipado de igual manera, pareciendo que alguien particularmente lo había modificado de tal forma, que a su vez era magnífico de solo pensarlo.
Luego de una gran lluvia de balas, el helicóptero había aterrizado en medio del asfalto, tras hacer un gran ruido, finalmente se detuvo. Un hombre de avanzada edad se bajó del mismo, con un aspecto rudo y con un puro en la boca; éste traía una especie de sombrero western, como alguien sacado de las películas de John Ford.
Brick y Billy Ray procedieron a bajarse del auto, para ver de quién se trataba esta misteriosa presencia, que por cierto les había salvado la vida y estaban en deuda con la misma.
- Tienen suerte de que pasaba por aquí. Por lo que veo no hacen caso lo que dice la televisión de no salir de las casas! Créanme que si no están lo suficientemente armados no podrán sobrevivir a este caos – dijo el hombre, que traía una prominente barba blanca.
- Muchas gracias señor… ¿podemos saber quién es? – exclamó Brick, quien estaba un poco cegado por la cantidad de humo que había quedado en el lugar.
- Mi nombre es Merrick Wachowsky, ex teniente de las fuerzas armadas… combatí en Vietnam, y sé perfectamente de qué se trata todo esto – agregó el hombre, revelando algo que hasta el momento parecía no poder pasar.
Esto se trataba de algo que empezaba a esclarecer las cosas, la ciudad estaba completamente destruida, la infección se había esparcido casi en un 80% y los mutantes comenzaban a formar parte de un nuevo mundo que estaba siendo creado por ellos mismos. La humanidad comenzaba a perderse tal y cual como se la conocía.
- Entonces imagino que conoció al maldito Dr. Wellington! – preguntó Billy Ray, comenzando a fruncir el seño, ya que a cada momento sentía que los que habían conocido a aquel hombre, debían ser cómplices del mismo.
- Por supuesto que lo conocí… ese hijo de perra era más peligroso que todos los malditos amarillos con los que teníamos que luchar. Recuerdo haber pasado día y noche durante mucho tiempo escapando de vietnamitas y mutantes que pretendían aniquilarme. Ese lugar se había vuelto un infierno, a cada segundo me topaba con cadáveres, y los mutantes se hacían más y más y más!! La muerte me seguía a cada instante. Pero logré escapar de allí, piloteando un avión enemigo, con medio tanque de combustible y rezando por poder llegar a casa – explicaba Wachowsky, quien parecía saber en ese panorama, tras haberlo vivido anteriormente.
- Debemos irnos de aquí lo antes posible, es lo único que nos queda – dijo Brick, sintiéndose acorralado como todos.
- Sí, lo haremos. Pero el mundo no tardará en llenarse de infectados, y pronto la raza humana pasará a convertirse en un mutante más y todo se destruirá en muy poco tiempo – respondió Wachowsky, arrojando su puro al suelo.
En eso, comienzan a escucharse explosiones por doquier, como si fuese la II Guerra Mundial, el cielo comenzaba a destellar y el humo negro empezaba a apoderarse de todo el ambiente.
- ¿Qué mierda está pasando? – exclamó Betty, tapándose los oídos.
- Son aviones bo
Francesco29 de marzo de 2011

1 Comentarios

  • Francesco

    Mañana publico la continuación del texto, son términos de la web =(

    29/03/11 11:03

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