En la noche, la vereda (mí vereda, la de siempre) es testigo del trajinar de los travestidos y sus tacones que repican como oficiales de la GESTAPO que envueltos en la penumbra marchan decorosamente insolentes.
Recién terminé mi cóctel de perfume y ribotril, seguramente lo vomitare luego de danzar por la habitación, solo y como el loco mas feliz de la locura, escribiré el poema mas bello posible sin dejar entrar la luna.
Voy a escupir el fuego envenenado en cada verso, el trapecio hemorroidal, el tufo repulsivo es bellísimo. Estoy conciente, acabo de esnifarme el cenicero de crealina, creo que voy a salir, estoy urgido por violentarme alguna buyenga, es el mambo del frenesí.
Estoy conciente, mi cerebro agiganta su paso vertical, y lo reconozco, soy de esas ratas que embellecen en la basura, hay quienes me llaman marginal, y en ciertos momentos, me llamo a ser marginal.
Me acerco revoltosamente al ventanal, lo abro y mi grito es un estruendo: “¿Qué quieren manga de putos?”, acaso mi grito fue desubicado ante la pasividad de la noche, acaso fue un grito de guerra, no lo se. La respuesta no tardo en llegar:”Por doscientos mangos te contesto” dijo una refinada morocha de yarboclos prominentes. Atónito cerré el ventanal.
Creo que voy a dormir, hoy no abra bueyengas, la calle es peligrosa, y eso también es el mundo…

FrancoSeguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos