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El Secreto de la Buhardilla Ii

A comienzos del siglo XIX, un monje jesuita llamado Juan Diego de la Torre, decidió como voto de máxima consagración a dios, encerrarse a pan y agua durante un período de tiempo en un pequeño habitáculo construido especialmente en la parte superior de un edifico perteneciente a un monasterio ubicado en las afueras de la ciudad, no se sabía cuánto tiempo logró sobrevivir dicho monje, pero las autoridades monásticas prescididas por el abad -contra la voluntad del monje que fue no ser nunca molestado- decidieron descubrir el aposento después de varios meses de estar restringido, para que los restos fueran bendecidos y sepultados en el cementerio principal del monasterio, la sorpresa fue grande cuando no se encontró absolutamente rastro de su cuerpo y la habitación estaba completamente desierta excepto una incripción manual en la pared que rezaba:

“Sobre el umbral de mi encierro,
se puede ascender al cielo”

Este hecho se atribuyó como un milagro digno de beatificación, el lugar fue considerado santo, pero sucedió que después de culminadas las guerras de independencia, gran parte del complejo fue expropiado por las nuevas autoridades revolucionarias quienes dispusieron la demolición del cementerio para la contrucción de otro edificio y la restauración de aquellos dañados durante la guerra. Posteriormente la propiedad regresó a manos de la administración de la iglesia quien dispuso de los claustros como un nuevo colegio seminario, y en cuanto al monje, terminó siendo olvidado pues su beatificación nunca pudo concretarse debido a la falta de pruebas existentes de su ascención al cielo en cuerpo y alma, principalmente porque no se podía demostrar que el cadáver no hubiera sido extraído por agentes externos. Entonces el lugar siguió clausurado y olvidado aunque se mantenía como recordatorio del posible milagro de un beato no reconocido por la iglesia.

Sin embargo, la historia de aquel monje si alcanzó algún nivel de difusión como leyenda urbana con distintas versiones, incluida la del “monje sin cabeza” tan popular en distintas partes de latinoámerica, pero una de las más conocidas, era la que contaba acerca de un antiguo religioso que terminó emparedado como penitencia por sus terribles pecados contra dios y cuya alma en pena no podía descansar en paz y vagaba indefinidamente por los claustros de algún monasterio hasta que alguien encontrara el cuerpo profanado de su tumba antes de tiempo, la historia se convirtió en un mito más del folclor citadino.

Aquella oscura noche, cuando me encontraba frente al viejo portón, minutos después de las doce junto a dos de mis compañeros, ignoraba por completo que la leyenda de aquel monje provenía en realidad de aquellas instalaciones, entonces decidimos ingresar forzando la puerta con facilidad y una vez dentro, el interior alumbrado por nuestras linternas, mostraba el mismo ambiente lúgubre, frío y silenciosamente sobrecogedor, en un extremo estaba la chimenea de piedra, nos aproximamos y al examinarla cuidadosamente, me sorprendí al comprobar que no existía ningún agujero aparte del que se elevaba verticalmente hasta el techo, pero se podía observar que donde antes se encontraba la entrada, un muro de ladrillos sellados con cemento la bloqueaba, bastante desilusionados, esa noche tuvimos que retornar a nuestros dormitorios sin averiguar absolutamente nada.

Al día siguiente, durante la mañana en los minutos de recreación, antes de culminar nuestra estancia en el lugar, me dispuse a buscar a el cuidante del colegio, y cuando lo hallé -un viejo sesentón- traté de ganarme su confianza y le pregunté si conocía el pasaje secreto en la habitación de la chimenea, un poco extrañado me dijo que no conocía ningún pasaje secreto en sus tantos años que trabajaba allí, y que cómo sabía yo aquello, le conté que mi padre también trabajaba antes allí, y que yo sabía dónde estaba, entonces me pidió que lo llevara a el lugar, justamente como yo quería que hiciera, así que lo conduje por un sendero un poco apartado dentro del pabellón sur, y una vez en el cuarto con la chimenea, le mostré el lugar donde se supone se encontraba bloqueada la entrada, el cuidante inspeccionó el área mencionada y afirmó que efectivamente aquel corto muro de ladrillos no pertenecía al conjunto total de la contrucción, sino que era relativamente reciente, fue entonces cuando me contó una de las historias del antiguo monje fantasma que habitaba aquel lugar, el relato tenía sentido para mí, así que supusimos que muy probablemente ése debía de ser el lugar secreto que inspiró aquella leyenda. Me dijo también que por ahora no podía hacer nada pero averiguaría más adelante que había del otro lado, le pregunté si podría visitarlo otro día para conocer el resultado de su investigación, y dijo que no había problema.

Entonces cuando volví de visita al cabo de dos días, el colegio estaba completamente cerrado y nadie acudía a mi llamado a la puerta, pasaron un par de días más sin que obtuviera respuesta, luego de transcurrida una semana, al estar de vuelta, un rostro nuevo se presentó en la puerta como el nuevo vigilante y al preguntar por el anterior me dijo que estaba desaparecido, y que existía una investigación por parte de la policía que creía que el pobre había sufrido algún asalto mientras se encontraba fuera del colegio, quedé completamente desconcertado por su respuesta, pero no insistí más, me retiré consternado a mi casa pensando en que pudo haberle pasado, ¿tendrá algo que ver con el pasadizo secreto?
Freddduff25 de junio de 2012

1 Comentarios

  • Asun

    Fred, me ha parecido un buen relato, lástima que lo dejas en el aire, me hubiera gustado saber algo más acerca del desenlace ocurrido con el vigilante.
    Si tiene continuación me gustaría leerlo, y de todas formas te seguiré.
    Saludos.

    26/06/12 02:06

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