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Vida Rara

Cuánta prisa por tomarse con calma cada paso. Cuántos deseos de arruinar sus descabellados planes de destruir la realidad o, lo que es lo mismo, de dar rienda suelta a su imaginación. Cuánto aire circulando por sus pulmones sin previo aviso, sin ser consciente.
Él no era un chaval ni de los de antes, ni de los de ahora. Rondaba en un paso intermedio entre el limbo de los caídos de la sociedad imperante y la estrecha franja que ejercía el límite entre la locura y la razón. Una mezcla casi explosiva a la que aún no había encontrado modo de encender la mecha. O, al menos, así era como él se definía.
Fugitivo08 de abril de 2015

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