En una noche apacible cual mar sereno, el caballero soñaba con su amada, cuando, frente a él, vio la figura de una señora muy blanca y frágil. Confundido, preguntó -¿ Por dónde ha entrado, adorada mía, si las puertas, ventanas y celosías están, en este momento, cerradas? - No soy tu amor, amante, soy la muerte que del Señor recibe.- El caballero, rogando, pide a la Muerte, tenga piedad de él:- ¡Dejádme vivir un día!-.Ella, muy duramente, le increpó: -Sólo será una hora la que tienes por vivir-.
El enamorado, de prisa, se dirigió a la calle, donde su amada vivía. Al llegar a su hogar, dijo: -¡Ábreme la puerta amor mío!-. La dama le respondió:- No es posible, mi señor, mi madre está aún en vela y mi padre no ha salido, no lo permitirán-. Él, desolado, exclamó: -Si no me abres ahora, jamás volveremos a estar juntos, querida ¡La muerte me persigue!-. La joven, angustiada, le indicó: -Ve hasta la ventana donde yo labraba y cosía, y dejaré caer una seda, sino bastare con ella, mis trenzas añadiría-. La seda se estaba rompiendo, pues la hora ya concluyó, la Muerte contempla orgullosa, el fin del enamorado.
Precioso, me encanta como escribes. Tienes mucho estilo y elegancia.
Me recordó al cuento de "Rapunzel": "Rapunzel, suelta tus cabellos que subiré por ellos". Muy bonito, Gabi.
Un saludo
Ángela