Recuerdo que desperté agitado, en medio de una noche tormentosa, después de haber agonizado con mi peor pesadilla. No sé como no enloquecí. Les cuento:
"Había llegado a la medianoche del día sábado a la vieja casona que se encuentra en las afueras de la ciudad, cerca de un bosque, tapado por el frío manto de la nieve. Esta ciudad tenía un cierto aspecto que lograba conmoverme, aunque no sabía con certeza qué era. Estuve varios días en esa vieja vivienda, sin compañía, aunque maravillado por el extraño sentimiento que me provocaba vivir allí. Uno de mi últimos días, mientras caminaba bajo una de las tantas tormentas de nieve, logré visualizar una pequeña cueva entre las montañas que me brindaban tan bello paisaje: entré allí para abrigarme un poco y pasar la noche, rodeado de la indescriptible belleza de los copos de nieve y el imponente paisaje que conformaba junto con el bosque, y me quedé dormido. Luego de un rato, cuando desperté, me sentí en otro mundo, en otro lugar, como si fuera la primera vez que hubiera visto ese deslumbrante horizonte. Y allí la vi: Era una joven, de extraña belleza, quien estaba acurrucada junto a mí. Podría jurar desde el fondo de mi corazón que agradecí su presencia. Parecía una chica tímida, fría, sin sentimientos, pero nunca acepté ese pensamiento. En ese momento, un horrible sentir atravesó mi corazón, como si de repente se me congelara la sangre. Al llamarla, nadie me había contestado, entonces decidí acercarme a ella para poder observar su rostro, lo que parecío como si hubiera pasado de una hermosa fantasía a una triste y cruda realidad; la joven, de la que por unos momentos estuve enamorado, me indicaba la presencia de un rostro sin vida, sin sentimientos ni emoción. Como lo he dicho: estaba muerta, ni más ni menos, tal como mis esperanzas de encontrar alguna compañía en ese eterno invierno de soledad cubierto por la blanca nieve".

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