Porque sí. Porque ese día rompió a llorar. Yo también lo hice. No se lo mereció. Sólo estuvo en el momento equivocado. Mala suerte. Te prometo que no fue mi intención que todo pasara así. Así como también te prometo que ese día mi corazón también necesitó unos puntos de sutura y una venda bien apretada. Porque no hay nada peor, que sin merecerlo, la decepción llame a tu puerta y te obligue a que le dejes pasar. Un no puede ser. La decepción de hacerlo todo bien y aún así no ser la mejor opción en el tablero, donde a pesar de la importancia de los peones, sólo te conviertes en carne de cañón. Yo lo sé bien. Lo siento.
Ese día la niña pequeña de la sonrisa deslumbrante tornó sus ojos y sólo encontró párpados que colisionaban entre sí y la aprisionaban en un vano intento de escapar de la realidad, y quería que cuando abriera los ojos, todo hubiera pasado y solo hubiese sido una molesta pesadilla.
Los abrazos no servían de mucho. Abrazabas piel y carne, pero sólo se saboreaba un insípido vacío. La voz rota preguntaba por qué, y sólo encontraba silencios infinitamente largos y respuestas incompletas balbuceadas de otra garganta quebrada. Mal momento. Mala suerte. La niña pequeña danzante de la noria sonriente. La niña feliz.
Ese día no sé si fue más niña o más mujer.
Lo que sé es que le hice llorar.
Estimado Galvez. Sin dudas muy sentido. Muy bien escrito. Muy humano.
Te envío un saludo cordial.