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El Tiempo

Tumbado en mi lecho, sumergido en el mar que inundaba mi mente, me iban surgiendo ideas, corrientes de aire que continuamente golpeaban mi rostro y me hacían imaginarme el destino al que estas me dirigían.

Navegaba en busca de un tesoro, la historia lo describía como un eterno y preciado obsequio divino que todos deseaban poseer. Se desconocía su ubicación y forma, pero traía la felicidad y la locura al mismo tiempo al que lo encontraba. Yo lo necesitaba urgentemente, necesitaba vivir una aventura más, recordar un momento más, abrazar por última vez a alguien más...

En una fracción de segundo los vientos se volvieron muy violentos y movían en todas las direcciones la vela que mi navío portaba, rompiéndola. Me quedaba poco tiempo y el barco ya no podía avanzar. Estaba inmóvil, me sentía derrotado y solamente pudieron salir de mis ojos unas lágrimas de impotencia.

Había ido en búsqueda del mayor de los tesoros y no me había dado cuenta de que lo había tenido entre mis manos durante todo aquel viaje, podía ver como poco a poco se escurría entre mis consumidos dedos y los mismos vientos que frenaron mi travesía me arrebataron lo poco que me quedaba.

Sin tiempo entre mis manos me quedé y en cuanto el último grano de arena escapó de mis manos, todo quedó en calma... Intenté abrir los ojos, despertar de aquel angustioso sueño. Pero no pude, simplemente, no tuve tiempo para hacerlo.

Eisman
Geniote03 de julio de 2016

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