Guerra tras guerra hacemos de esta cama nuestro lugar seguro, mientras el techo cae sobre ti y ambos sonreímos por la cercanía.
Recorro cada parte de tu espalda y me vuelvo a dar a ti, como una sonata perfecta esa mezcla de placer y tristeza se hace certeza cuando te vas, enciendo el próximo cigarrillo, mientras preparas un café cargado de besos por mi cuello, cosquillas en mi vientre y uno que otro rasguño en tu piel.
Y Como si esto que siento no fuese demasiado, sonríes de lado mientras apartas la mirada y veo el rojo de tus mejillas extenderse hasta tu cuello, incitándome a morder exactamente debajo de tu clavicula, donde hay una curva perfecta de la cual colgara un columpio para vivir un vaivén de caderas sobre tus hombros.
Me miras con tanto asombro mientras enumero los pecados que no me importaría pagar en el infierno si los cometo por ti.
