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Vino Viejo--2

Un hombre de remera blanca se hallaba sentado ahí, encimado un poco en el escritorio estilo armatoste; no me prestó la más mínima atención.
Permanecí fijo en sus manos que sostenían algo, maniobrando de acá para allá, sopesando, midiendo, posicionando puntillosamente. Estuve tentado a acercarme más pero me detuvo lo sombrío de la escena. Lo que fuera que buscase, no me requería sumirme más en aquella habitación. La luz de la tarde se diluía tras de mí y la veía un poco lejana ahora, más permanecía. Se fijó en mí y le imité: era un hombre de unos cincuenta años, medio calvo y más de unos cuantos pelos ásperos en el rostro, de facciones simples, algo arrugadas. Era una musculosa, no una remera, tras la que un grueso estómago se lucía y rebosaba, estirando alguna que otra manchita de comida tal vez en la tela algodonada. No parecía despreciable pero tampoco educado, por lo que no me atreví a dirigirle palabra, atento a sus movimientos. Se puso de pie cuidadoso, no parecía de más de un metro y medio, era un poco patético visto así, desde la sombra y en musculosa. Una interminable ráfaga de olor a humo de cigarrillo me sobrecargó: ese lugar llevaba años así, estático, sin luz y a pesar del ventanal abierto, a pesar del aire y de las plantas, el espacio en particular tenía cierto aire a sepulcro, a la habitación de trabajo de un cartógrafo desordenado.

Las horas, los papeles, el humo… No procuró hablar ni hacer gestos, no procuró llenar el cuarto de palabras vacías o violentar toda la escena. Un polvo en el aire convertía al aire en polvo. Tendió vagamente su mano regordeta hacia mí. Hice lo mismo, y sostuve en mi palma de pronto un pequeño bulto, no más grande que un auto de juguete de aspecto cúbico y envuelto en un pedazo de plástico, seguramente de una bolsa de mercado. En su faz superior un nudito cerraba el envoltorio. No debía de pesar más de 20, 25 gramos. Era firme y liviano; lo acerqué a mi nariz para detectar su característica oculta. Cerré los ojos levemente, los abrí y guardé la pequeña pieza en un bolsillo de la mochila que de pronto tenía en la espalda. Súbitamente también, me encontré parado fuera de la habitación, al pie del ventanal de vidrio. Viendo al hombre de fuera retomar la tarea en el escritorio bajo la sombra, noté que lo que manipulaba con tanto decoro y detallismo no eran sino cientos de paquetitos idénticos, exceptuando alguno que otro aún más grande. Todos cuadrados, todos envueltos. Apilados, desparramados, eran demasiados... Pensé que se veía muy triste haciendo aquello, monótono y triste, que toda su labor estaba destinada al estancamiento.
Un golpe, una oleada de adormecimiento psíquico me llevó inconcientemente a la calle, una auténtica caldera, ¿era probable que a la tarde de recién le siguiera un infernal mediodía? Parecía volver al inicio. En sueños, sintiendo la pesadez de los átomos densos en el oxígeno revolviéndose a velocidades increíbles, noté un patio con la cerca de madera barnizada abierta, tras la calle y frente a mis ojos, de unos treinta metros de lado. Detrás, selva repentina, brutal y llameante. Una de las visiones más monstruosamente coloridas que pude tener. Tras la selva, nuevas casas brotando de la madera y naciendo de los altibajos del terreno, casas petisas y húmedas. Pasillos mezclados con arboledas, barandas hechas de caña, el aspecto de la suciedad un poco más visible, esa mugre que no llega a ser hedionda pero cubre cada esquinita y es capaz de anidar en recovecos inalcanzables. Polvo.
Pude sentirme atraído por una imagen asi sorpresiva. Pude. Pero éstas sobraban aquí, henchían los ojos de satisfacción y sensaciones sin importar a donde me dirigiera. Aquella casona, por ejemplo, consta de una sóla habitación por piso y mide más de setenta metros de altura rodeados por una escalera en espiral. Una reliquia hecha hogar. Tras el paredón ése, un poco más allá tras los suelos de piedra, la bajada era tan empinada que bien podría confundirse con un acantilado. El pasto verde no paraba de crecer en el campo. Los cuadros se mezclan unos con otros, bombas de colores y explosiones de hidrógeno sobre el blanco y el negro; me desespero un poco, me sobresalto, no sabría dónde ir...
Es quedarse quieto. Se trata de quedarse completamente quieto, mientras el sol describe rayas con lava en esta nuca mía. Pero no, esta imagen me era extrañamente habitual: yo, intentando despejarme. Yo.
Desde cuándo en el sueño comencé a necesitar liberar mi mente, no lo se ni podría decirlo, no puedo siquiera medir en horas… Pero los jardines, la selva, los zócalos blanco y negro, la sensación de ajedrez que tenía todo, haciendo su mayor esfuerzo por cuadrar. Comenzaba a hurgar dentro de mí el hastío, tal vez por el calor, o la quietud, en fin.

No hice más que sentarme contra la cerca que contenía el espesor de la selva contenida. Probablemente hubieran fieras internadas en aquél terreno plagado. No quise dirigirme a ninguna parte pero tampoco permanecer estático tanto tiempo.

Resultaba sumamente idóneo volver a compenetrarme con las cosas a mi alrededor, la niebla en el fondo de los paisajes, la calle retorcida hasta más no poder, la sensación de perderse entre las veredas, charlas amistosas, plantas, belleza, piedras… No sentí nada de eso. No sentí nada, por un segundo. Automáticamente la presión tomó mi pecho hasta comprimir todo pensamiento, el respirar se volvió agitado e inconstante, el estómago muy fuera de lugar... Comencé a mirar en todas direcciones pero sin fijarme específicamente en nada. Ni una sola alma se atrevía a danzar alrededor, cuando hasta con la lluvia sangrienta algunos se animaron a correr las calles. Lo sabía, sabía, sabía hasta los trasfondos, desde lo alto, sabía: no podría volver a sentirme asi por nada ni nadie, no sabía en dónde estaba. Escaleras, tejados, caracoles…
Gentio18 de febrero de 2012

3 Comentarios

  • Gentio

    Esta mierda todavía continúa.

    18/02/12 01:02

  • Libelle

    Dicho asi suena muy brusco digamos que es la locura de un sueño . Besos

    18/02/12 03:02

  • Gentio

    XD Cierto, soy un animal... Aún le falta, no se cuanto vaya a durar, lo estoy haciendo sobre la marcha. Gracias como siempre por leerme Libelle.

    18/02/12 06:02

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