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Fuegos Andantes -asedio a Fuerte Luzavrondell- 15 de marzo de 2012
por gerardo
La defensa de la Fortaleza


He aquí vuestra última esperanza, seguid el plan al pie de la letra, sin objeciones y sobreviviréis y conoceréis si hay otro día para andar.

Cuando venga el primer avance del enemigo, que lo esperamos a la primera hora del día, llevad vuestros batallones por el flanco derecho, a todo lo largo de la ribera hasta llegar la muralla exterior y las trincheras de la última defensa, siempre empujándolos hacia el norte.
Yo avanzaré con tres mil hombres de la infantería y quinientos arqueros desde el norte hacia el sur, atravesando los campos que llevan a la riber. Cuando veáis venir el estandarte a una milla de los campos de cebada, dad el aviso a la caballería, para que cierren filas, y que ninguno pueda escapar ni por el puente ni por la empalizada en las trincheras, sino que vayan al norte, y todos los que huyan de delante de vosotros quedaran atrapados entre la infantería y la caballería.

Así los acabaremos. Debe ser muy rápido, antes de la hora segunda. Cuando la luz del sol bañe por completo el flanco de la montaña gris, ya debemos haber terminado; luego den la voz, suenen los cuernos de la retirada, para que todos los hombres que estén en el campo, de a pie o a caballo, se resguarden dentro de la muralla exterior, la última defensa. No recojan cadáveres, no habrá tiempo para llorar nuestros muertos, solo recojan a los heridos, a los moribundos de los nuestros; fuerte es la lluvia que cae sobre el Valle Rojo, llueve con ferocidad y el río crecerá y se llevará todo lo que quede en el campo.

Dentro de la fortaleza nos refugiaremos, ahí resistiremos el verdadero embate del enemigo. Su furia caerá sobre nosotros como olas con el subir de la marea. Atrancaremos las puertas y defenderemos la fortaleza palmo a palmo, cada pedazo de tierra, cada torre será un bastión, hasta que el último hombre caiga y pase a los sueños negros de la muerte.

Pero hay un rayo de esperanza, esperamos el arribo de los Heraldos de Fuego, porque noticias tenemos acerca de ellos, que han cruzado el Valle Rojo y han dado muerte a dos de los Grandes Capitanes y muchas de sus huestes, pero vienen a pie y ahora siete leguas de caminos asediados por el enemigo los separa a ellos de nuestros muros. Con mucha suerte llegarán antes del crepúsculo de mañana y serán de gran ayuda en la defensa del fuerte, si aún esta en pie luego de horas de ver el filo de la espada frente a nuestros ojos, y si la puerta resiste las horas de fuego, piedras y ariete.

Templanza les pido, en esta hora gris, firmeza y coraje, no desfallezcan, la tormenta también termina. Los Heraldos son nuestra esperanza, esperémosla con corazón. Por ahora afilen bien vuestras espadas, atavíense con toda armadura y luego vayan y descansen, si pueden hacerlo. Por la mañana todos saben que hacer, nos reuniremos aquí hasta el anochecer, si la ruina que se precipita veloz sobre nosotros no nos lleva en sus furiosas alas.

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