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La Ascención - Defendéos 3 y 4 - 21 de abril de 2012
por gerardo
El capitán lobo se vino al frente, cargaron de nuevo contra el pueblo, ahora sabían que solo tendrían que atacar a las primeras filas y olvidarse del resto.
-¡Con temple! Gritaba el príncipe Zeveín, ¡Con temple! Al instante clavo su arma en el hocico de un lobo que se le abalanzaba, en segundos, resto de las fieras cayó sobre los hombres. Flechas se disparaban por doquier, pues la luz de la luna también favorecía a los arqueros; y las mujeres gritaron de horror al ver la sangre y despojos de los caídos y los infantes lloraron con dolor, mientras se desarrollaba aquella batalla. Vieron los lobos que eran los arcos de Htebsil lo que los mataba en silencio y trataron de ir hacia ella y sus guerreros, pero Zeveín les cerraba el paso, y hombres caían defendiendo a los arqueros, por que la flecha se estaba convirtiendo en una buena ventaja, aunque los lobos tenían los números de su lado.

Los momentos se alargaban, las envestidas no mermaban, los lobos parecían no disminuir. El valor de los luzavianos no mermaba, pero sus fuerzas y el número de guerreros caía rápidamente, el anillo estaba mellado. Con cada hombre caído las esperanzas se caían también, y los primeros arqueros fueron atacados, luego de mucho intentarlo los lobos estaban logrando atravesar el anillo exterior y las posibilidades de sobrevivir se desvanecían, aunque los lobos caían a cada instante.

-¡¡Con temple!! Vino un grito desde los árboles del norte, -¡con temple! Y seguidamente vinieron de entre los bosques del norte el Rey Kcire, Zavel, el poderoso Goz Lahúr, Lotoz, Inov, y Garnaz con todos los hombres que estaban en el frente, hombres de talla tan alta que las fieras ya los habían visto, pero no se habían atrevido a atacar abiertamente, pues eran astutas y sabían que muchas fuerzas se habrían perdido en un ataque contra esa compañía. Kcire y los hombres que ya Zeveín había dado por perdidos llegaron a socorrer al pueblo, los lobos los olfatearon, pero no sabían que eran ellos. Una nueva fuerza cayó sobre los lobos, y el pueblo se vigorizó mucho con la presencia de su rey. Y corrió Goz al lado de Htebsil para protegerla.
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Zeveín seguía en pie luchando, los lobos eran muy grandes, pero ya habían caído muchos, y el ataque de Kcire los sorprendió y los confundió, pero el jefe lobo no se atemorizó y fue sobre Zeveín y consiguió herirlo, lo mordió tan fuerte que rompió la protección del cuello y lo hirió de muerte; pero Zeveín se había vuelto fuerte y orgulloso, aun agonizando dejó ciego al lobo con las puntas de su escudo y cuando este se retorció de dolor lo decapitó, luego el príncipe expiró. Así se consumó la venganza de Zeveín por la muerte de Ovein su hijo.
Y vino Kcire hasta el cadáver de su hijo abriéndose camino entre flechas, fauces y garras, y lo sostuvo en sus brazos, mientras era protegido por sus sirvientes, y lo lloró en su corazón, pero no tuvo lágrimas para él. Se levantó, tomó la espada y escudo de su hijo, la sostuvo con firmeza y siguió peleando. Un lobo se vino sobre él y apenas pudo protegerse con el escudo que había tomado, contraatacó dando una estocada en el costado de la bestia y esta rodó y se arrastró hasta sus pies, y vio Kcire que tenia una cicatriz en un costado cerca de la que él le propinó, este era aquel lobo que había tomado la vida de Ovein hijo de su hijo, tomó la espada y lo decapitó, mientras el cuerpo del lobo se desangraba, una leve expresión de satisfacción se asomó en su rostro.

En el anillo interno ya había llegado lo sangriento de la batalla, una fiera ataco a Htebsil por la espalda, y Goz se interpuso con su escudo, la rechazo y mató de una estocada, pero quedo tirado y vino otra fiera y estando en suelo no pudo usar su espada, así que uso su cuchillo para atacar, la corto en el hocico y se disponía a darle muerte cuando una tercera fiera le mordió la mano donde tenia el cuchillo y luego lo mordió en el cuello, causándole la muerte, una flecha de Lotoz le dio muerte a la bestia, y una de Htebsil a la que estaba herida. Fueron estas las últimas fieras caídas dentro del campamento, vivieron lo suficiente para causar dolor al alma de Htebsil.
Se acercó Htebsil al cuerpo de Goz , yacía tirado en el suelo, sobre un charco de sangre, se movía Htebsil con lentitud y sus brazos estaban temblorosos. Estaba Goz ataviado con traje de batalla, y su escudo le tapaba el pecho, el escudo con el que preservó la vida de la persona más importante para él. Al retirarle el escudo le encontró en su mano una flor que nunca había visto, su hermosura era solo comparable a la belleza de la doncella para quien la había traído, solo él supo de donde la tomó y no pudo entregarla. Tan fuertes eran los brazos de Goz Lahúr y sin embargo la flor estaba intacta, pero si no la hubiese llevado, pudo haber empuñado mejor el escudo y no habría muerto, pero para él, el presente era tan valioso que valió arriesgarse y eso le costo la vida. La doncella no pudo más, desde muy niña había perdido el hábito de llorar, pero estas lágrimas venían de lo más profundo de su corazón, le brotaron y no pudo contenerlas más, rompió en llanto, llanto amargo, amargo e inconsolable, inconsolable y desgarrador, descorazonador.

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