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La Ascención - Entrada al Valle Rojo, Fin - 23 de abril de 2012
por gerardo
Acabó la guerra con los lobos. Lloró el pueblo, y se lamentó por la muerte de Zeveín, de el poderoso Goz, y muchos otros valientes que perecieron ese día. Acompaño el pueblo a Htebsil en su dolor y hubo luto durante una semana y no viajaron. Pero al rey Kcire y al resto del pueblo les quedaron legados que pasarían de generación a generación, y marcarían el destino los luzavianos hasta el fin de sus tiempos, la estrategia para la guerra, el coraje, el valor y el arte de las armas y las defensas.

Apenas hubo pasado la semana de luto, puso Kcire al pueblo en marcha, pues los días de sol se estaban terminando, el bosque se empezaba a deshojar con mayor rapidez y pronto ya no darían sombra, el frío se acrecentaba cada día más y con mayor rapidez. Soplaba viento muy frío desde el norte arremetiendo sin misericordia sobre los conquistadores, los golpeaba con fuerza e intentaba amedrentarlos, pero la marcha era firme y no retrocedían, la primera nieve los alcanzó y apenas pudieron seguir avanzando, rodeando la montaña, buscando el camino más seguro y más fácil de tomar, hasta que encontraron entrada en el lado norte de la montaña.

Finalmente, después de meses de viajar asechados por las fieras del bosque, el hambre el frío y la desesperación, Kcire consiguió llevar a los luzavianos hasta la cima del Úzari. Caro, muy caro fue el viaje para los luzavianos.
Al tercer día de haberse instalado en la cima del monte Úzari, salió Kcire de madrugada, en compañía de una docena de sus mejores hombres a explorar la ladera de la montaña, caminaron hacia el sur, pues el pico de la montaña era redondeado y muy ancho, y finalmente a la hora primera del nuevo día, cuando apenas salía el sol en el oriente, llegaron hasta el lugar de lo que sería el descenso, y alzó su vista Kcire y miró, observó con detenimiento en todas direcciones sin decir palabras, lágrimas le invadieron los ojos que ya se le habían tornado rojos, y susurró:
-Hijo, mi sangre, eras la vara sobre la cual esperaba afianzarme, pero me has abandonado… no has visto la tierra maravillosa que para tu pueblo has conquistado… los luzavianos con honores te recordaremos y te tendremos entre nuestras canciones, yo te juro que aquí se fundará el reino y en honor a nuestro antepasado y en agradecimiento a ti será llamado Luzaveín el Reino de Mármol. De la roca que nos sostiene será levantado, y en la roca viva será tallado para que sus días sean largos.-

El valle era verde, fresco pero no frío, con abundancia de agua y alimentos; un gran bosque lo cubría y no dejaba ver el suelo, el río iba a través de él, pasando de un lado a otro, todo lo regaba para luego descansar en un gran lago. El agua del río era muy fresca, venía desde los picos de las montañas, nacía en los deshielos que duraban todo el año.
El flanco de la montaña invitaba a quedarse, parecía haber sido tallada por gigantes, terrazas de grandes dimensiones se unían por pequeños caminos, como enormes escalones.

Esta fue la entrada de los luzavianos al Valle Rojo, bajo el mando del viejo rey. Lejos quedaron las historias de Costa Verde, del país lejano y las historias de los caminos. Se fundó el reino, se extendieron los caminos, se levantaron las torres, los muros. Kcire levantó un faro de granito detrás del palacio, en el punto más alto del reino y lo pintó de azul.

Prosperaron mucho los primeros llegados, y vivieron muchos años siendo los únicos habitantes del valle.

Se volvieron fuertes y aprendieron el arte de las armas, como crearlas y como blandirlas. Las bestias y fieras del campo tenían en los luzavianos un manjar, sus carnes eran dulces y fáciles de tomar, pero solo al principio, antes de que crearan la espada.

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