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La Ascención - Preludio - 17 de abril de 2012
por gerardo
Fue entonces cuando Zeveín creó el destello de muerte que vino sobre los lobos. Una espada larga y curvada, semejante a un alfanje. Con un solo filo y en el lomo de la espada talló agujeros para los dedos, de manera que con una mano sostenía el puño de la espada y con la otra sostenía la espada por el lomo, para poder usar la espada como una gran defensa. Además, de la empuñadura se ataba una correa de cuero que iba al brazo del guerrero, para nunca separarse de ella. Su filo fue el secreto de Zeveín, a pesar de ser escriba, aprendió el arte de la herrería y los metales. Conocía secretos para conseguir filos inigualables.
El príncipe encendió la furia del pueblo encontra de las fieras, y en poco tiempo consiguió aumentar el valor y el coraje de los luzavianos. Pasaron los días y se construyeron barricadas al rededor del pueblo, la caravana no se movió, ni hubo señales de Kcire ni nadie de los que lo acompañaban, en todo caso, Zeveín los daba por muertos desde hace mucho, aunque Htebsil se negaba a aceptar esta suerte para su rey y mucho menos para su capitán.
Un tarde, oscurecida por las nubes del inverno que se les venia encima, ya cuando el pueblo se disponía a dormitar, los ojos agudos de los vigías descubrieron que un gran grupo de lobos se reunía en una cima, y con espanto calcularon su número, fácilemte superaban los cuatro centenares.

Zeveín reunió a todos sus hombres, la doncella arquera llegó apresuradamente, su rostro pálido no pudo ocultar su preocupación, eran demasiados, nunca habían atacado con un número tan grande. Durante un tiempo el príncipe creyó que tenía suficientes hombres como para atacar a los lobos de frente, pero la nueva noticia lo puso a maquinar un plan para apenas sobrevivir. Se reunió con sus capitanes para planear una defensa efectiva, pues presintió que los lobos atacarían al caer la noche y sus fuerzas ahora parecían reducidas ante la cantidad de fieras que se aproximaban. Tenía un escaso número de hombres bien armados y unos cientos con armas de pequeña capacidad, no suficiente para enfrentar una embestida de tal magnitud. La reunión se inicio cuando casi terminaba la última hora del día, y duro hasta cuando el sol se esconde más allá del horizonte y ya no da su luz.

El plan se puso en marcha, las luces del campamento se eliminaron, sólo las tiendas del centro del campamento se iluminaron y las mujeres, niños y desvalidos, presa favorita de los lobos, se refugiaron en estas tiendas. No hubo vigías fuera del campamento, en todo caso, el cielo estaba nublado y la noche era muy negra. La fuerza de los luzavianos se concentró en la estrategia que habían diseñado para defenderse de los lobos.
Zeveín se quedó a la entrada este del campamento, con mirada de ira, buscaba entre la oscuridad, buscaba entre las pocas sombras alguna señal. En su mano derecha se enrollaba una correa corta de la que se sujetaba su espada, agasapada, afilada, sin alma... y fría, con sed de venganza. En su mano izquierda empuñaba un escudo muy pequeño, que era la defensa contra las mandíbulas de los lobos, hacia adelante tenía dos puntas afiladas como la misma espada, hacia el codo y hacia el puño tenía un punzón. Vestía una coraza liviana y protección en el cuello, brazos, piernas y espalda que era donde los lobos trataban de morder. Igual que él, vestían sus hombres más cercanos, unos cien hombres guerreros para los que se diseñaron armaduras y escudos, el material no alcanzó para más...

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