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La Llegada a Costa Verde - Ii - 19 de marzo de 2012
por gerardo
Tsume Nijo, la mano derecha del capitán, dirigiéndose a los viajeros mientras tomaban un descanso a la orilla de la playa; exhaustos, sedientos, casi acabados:

El destino nos permitió salir de tierras hostiles. Recuerden ustedes que cuando salimos, cada cual de su casa, pueblo y ciudad, veníamos solo con nuestras familias y nuestras pocas pertenencias, sin rumbo alguno, solo viajamos lejos de la locura, unos a pie, otros a caballo y algunos otros en carroza, ah!, no podemos olvidar a Marly, dirigiéndose a una señora ya entrada en años, que abrazaba a dos niños de unos ocho y diez años, ella, siendo ya viuda, tomo a sus dos pequeños y los llevo río abajo en una pequeña barcaza abandonada que se escapaba de hundirse, pero llego a la playa. Yo no puedo olvidar a cierto viejo ebrio que encontré en el camino, lo invité a venir con migo y al principio rehusó, pero finalmente logré convencerlo. Y que bueno que vino con migo, ese viejo cascarrabias y obstinado del que hablo, no es otro mas que nuestro capitán. Hace tiempo atrás fue el quien capitaneo La Flecha del Mar, el barco mercader más grande jamás construido, si supieran las historias con que deleito mis oídos mientras estábamos en altamar. En el camino nos fuimos conociendo, nos hicimos amigos de viaje.
Escúchenme, todos teníamos algo en común, buscábamos nueva vida lejos de lo que estábamos acostumbrados a ver, no nos alejamos con nostalgia de la tierra que nos vio nacer y crecer, si no mas bien con ansias y temor de no poder lograrlo, finalmente lo hemos conseguido, ya encontramos buena tierra para habitar, les deseo lo mejor a todos y espero que sus tiempos en este lugar sean bienaventurados y muy largos.

Diciendo esto, Tsume se alejó en busca de sombra bajo un gran roble.

Esta fue la primera reunión de los que llegaron a la costa, todos estaban cansados, pero no había tiempo para descansar, luego de pasar la primera noche prácticamente a la intemperie, se pusieron a trabajar al día siguiente, talaron algunos árboles y construyeron las primeras tiendas para habitar, aparecieron algunos claros en el bosque. La comida era abundante, había semillas, frutos y raíces comestibles, además de animales para cazar y sin olvidar la riqueza de las aguas que bañaban la costa, ricas en animalillos marinos ingenuos que se acercaban demasiado a la orilla y eran fácilmente atrapados por los pescadores. Como si fuera poco, estaban cerca de la desembocadura de un río que les proveía agua fresca al paladar, cristalina y dulce, rica para tomar.

Estas son las bendiciones de la tierra, el sol calentaba a los huéspedes, pero no quemaba sus pieles. De cuando en cuando venia una brisa fresca, muy agradable para las rosadas mejillas de los hombres y mujeres que laboraban sin descanso desde que el sol se levantaba hasta que el ultimo rayo dorado caía sobre sus hogares.

1 Comentarios

te sigo...

21/03/12 06:03

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