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La Mejor Amiga

Es una alegría estar con ella varios días seguidos en su departamento, sus padres casi nunca están, yo me apodero de la computadora mientras ella esta sentada a mi lado viendo el monitor. Ella me dice que tiene que salir un rato, que la espere para salir a cenar juntos.

Lo primero que hago cuando ella se mar¬cha es meterme en la cama y dormir mientras la espero, luego de unos minutos suena el intercomunicador y me acerco presuroso a la ventana pensando en que quizá Andrea olvidó algo o se siente mal. Pero no: tan pronto como abro, me en¬cuentro con una mujer muy guapa, de pelo marrón leve¬mente enrulado, ojos almendrados y una sonrisa dulce.

No la reconozco en seguida porque soy un tonto. Ella me saluda con cariño: tú debes de ser Miguel, hola, yo soy Isabel, la amiga de Andrea. Entonces me siento un estúpido porque cla¬ro, es ella, Isabel, más linda en persona que en las fotos que había visto. La hago pasar, le digo que Andrea no está pero que no tarda en llegar, acepta la taza de té que le ofrezco y me cuenta que acaba de llegar de la universidad y quería pasar a visitarla. Es una chica espléndida. Está vestida con elegancia y sus ademanes son finos y muy suaves. Mira y sonríe diver¬tida con cierto espíritu travieso con el cual me identifico en seguida. Nos sentamos sobre el sofá cama, el único lugar donde podemos sentarnos a no ser el piso debido al desorden, y, como es pequeño y ella no se sienta en un extremo sino casi al medio, quedamos bastante cerca. No puedo evi¬tar mirarla, recorrer su cuerpo con mis ojos, adivinar sus pechos y sus piernas, desearla en silencio mientras ella me cuenta que es la mejor amiga de Andrea y que se conocen ya hace bastante tiempo. Mien¬tras habla, miro su boca, sus labios, sus brazos, sus pechos er¬guidos, y siento ganas de besarla, pero sólo la miro con una sonrisa mansa y me excito imaginando las cosas que me gus¬taría hacerle en la cama donde me acuesto con su amiga.

Ahora Isabel me dice que tenemos que salir juntos los tres, tenemos que salir al cine y a la playa, por¬que desde que terminé con mi enamorado estoy harta de quedarme sola en mi casa, necesito salir, airearme un poco, ojalá me presentes a un amigo, no me vendría nada mal. Yo sonrío y me pregunto si ella también estará pensando que deberíamos callarnos, de¬jar las tazas de té y besarnos. Ahora me mira fugazmente allí abajo y quizá nota que la tengo dura porque ardo por besarla y acariciarla. Yo no sé si lo nota, pero de pronto se queda en silencio y hay algo espeso en el ambien¬te y nos miramos de una manera cómplice, como dudando si besarnos o no, como reconociendo la atracción que se ha instalado entre nosotros. Yo comprendo que es ahora o nun¬ca, que es el momento de besarla y arriesgarme a que des¬pués ella se arrepienta, se lo cuente a Andrea y todo se vaya al carajo. Entonces el miedo me detiene y, a pesar de que estoy erizado por ella, que es tan linda y encantadora, no me atre¬vo, me quedo en silencio, mirándola, y ella parece compren¬derlo, porque se pone de pie y dice bueno, tengo que irme, no quiero interrumpirte mas, me ha encantado conocerte, dile a Andrea que pasé por acá, vénganse por mi casa cuando quieran. Me levanto, tratando de disimular la erección, y le digo ven cuando quieras, Andrea y yo paramos acá casi todas las tardes; yo, fe¬liz si me visitas cuando quieres y nos tomamos un tecito. Entonces ella me abraza, y yo también la abrazo y no sé si siente que la tengo dura. Luego se va feliz, con su pantalón ajustado, mientras yo le hago adiós desde la puerta y admiro su belle¬za.

No puedo seguir durmiendo en este estado de turbación. No me queda sino tumbarme en la cama y agitarme unos minutos soñando con Isabel, la mejor amiga de Andrea, que ha llegado inesperadamente esta tarde para despertarme y despertar mi mente que ahora solo piensa en ella.
Gianx2218 de diciembre de 2008

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