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Azhan

Año 810 de la era oscura. Las sombras controlan la mayor parte del reino de Azhan, aunque todavía quedan algunos últimos reductos de renegados que se oponen a aceptar a Sacrom, el mayor invocador existente, como rey. Se ha perdido toda esperanza de asaltar su fortaleza para rescatar a Munth, e mago más poderoso existente y líder de la rebelión, capturado en el año 800. Todos los renegados saben que dispersos y sin su ayuda son una presa fácil para Sacrom.
Yo soy un Humano aprendiz de alquimista. Mi padre es carpintero y mi madre cuida de la casa, como la mayoría de las mujeres humanas, aunque también aporta algo de su venta de nux (una golosina que les gusta a todos los niños) cultivados por ella misma.
Vivo en el pueblo de Conas, donde estamos bastante bien. Mis padres son respetados y tenemos una de las casas más grandes del pueblo, con un jardín que da al bosque.
Me llamo Zumhan y tengo 17 años. Espero que mi maestro Nifarca “plomoro” nos haga dentro de poco miembros del gremio de alquimistas a mí y a Clemon, mi mejor amigo. Yo pienso que Nifarca es el mejor alquimista del mundo(y el único en nuestro pueblo), aunque mis padres y la mayoría de la gente no comparten esa opinión. La gente le llama “plomoro” porque nadie se cree la historia de que una vez consiguió transformar un trozo de plomo en oro. Clemon y yo somos los únicos que le creemos, y eso no le gusta a nuestros padres.
A veces…
-¡Zumhan, a desayunar!
-¡Voy mamá!
…me da pena.
Anoche, ante de irnos, nos dijo muy nervioso que tenía algo que enseñarnos, pero que sería a la mañana siguiente, y que no le dijésemos nada a nadie. Creo que será que al final ha con…
-¡Hijo, vamos a desayunar!
-¡Que ya voy!
…seguido convertir de nuevo cualquier metal en oro.
Zumhan cerró el diario sonriendo, salió corriendo de su habitación y bajó las escaleras de su casa en busca de su desayuno. Casi tropezó con su gata Elisa.
-¡Aparta Elisa!- le gritó, a lo que la gata respondió con un suave ronroneo.
Elisa tenía la facultad de enternecer a cualquiera con solo un ronroneo y una mirada.
Era blanca con un cierto tono verdoso, y tenía un pelaje fino como el terciopelo.
Zumhan la recogió del suelo sonriendo y se la llevó con sigo. La gata llevaba con ellos desde su nacimiento, o sea 17 años. Todo el mundo decía que era una gata especial, y no solo por su facultad de calmar a cualquiera (facultad que había ahorrado a sus padres más de una discusión), sino porque los gatos con esa edad solían haber muerto ya.
Zumhan encontró a sus padres sentados en la mesa de la cocina y desayunando. Aquella mesa era la única herencia que tenían de los abuelos de Zumhan. Estos habían muerto en la guerra en la que Sacrom se hizo con el poder.
-Buenos días mamá. Buenos días papá.
-Buenos días hijo- respondió su madre. Su padre no parecía haberle oído.
-¿Todavía sigues enfadado por lo de ayer?- le preguntó Zumhan. ¡Ya te dije que fue un accidente!
El día anterior, poco antes de la hora de cerrar los gremios, Zumhan y Clemon provocaron una pequeña explosión en el laboratorio de Nifarca “plomoro” mientras practicaban con un ungüento para evitar que las manos de los labradores se agrieten y se endurezcan.
-¿Y el de la semana pasada, y el del mes pasado, también fueron accidentes?- le replicó su padre.
-Vamos Celeus, perdona a tu hijo- intervino su madre- Son gajes del oficio, ¿verdad Zumhan?
-Para ti es fácil decirlo, tú no tienes que ir al taller durante toda la mañana y soportar que no se hable de otra cosa. ¡Mierda!
-¡Hola!- gritó alguien desde la calle.
-Será Clemon, ¡me voy!- dijo Zumhan a la vez que le daba un beso en la mejilla a su padre (aunque este tratara de evitarlo) y a su madre.
-¡Adiós hijo!- dijo Amenia mientras agitaba la mano.
-¡Procura no reventar nada!- refunfuñó su padre.
Clemon era el hijo del único Semimago de la zona, Dolio, por lo que también eran respetados. Zumhan y Clemon se conocieron con cinco años, mientras discutían sobre la mejor forma de hacer que las piedras se convirtieran en oro. Clemon decía que había que pintarlas y luego dejarlas en agua durante una semana, y Zumhan, que se hacía más rápido con una fórmula que él mismo había hecho. Pasaron toda la tarde probando la fórmula de Zumhan, hasta que se cansaron y se fueron a jugar.
-¿Te has enterado de que el rey Munth ha escapado de la fortaleza de Sacrom y ahora anda suelto?- le preguntó Clemon nada más verle-¡Dicen que hay Demonios y Genios buscándole por todas partes!
-¡Eso es imposible!- le replicó Zumhan- ¡No se puede escapar de esa fortaleza!
-Eso es lo que creían todos, pero al parecer lo ha conseguido. Espero que encuentre a los otros miembros de la Resistencia de los Renegados y recuperen el trono de esos asquerosos Invocadores, que se esconden detrás de sus Demonios porque no se atreven a dar la cara…
-¡Ssssh! ¿Quieres que nos maten?- preguntó Zumhan con gesto asustado y mirando hacia los lados para comprobar si alguien les había oído. Un par de personas se giraron y les miraron frunciendo el ceño- si no tuviéramos estos padres nos habrían desintegrado hace tiempo.
En Azhan usaban la desintegración para ejecuciones, ya que para llevarla a cabo solo hacían falta un Demonio o un Genio mayor y no dejaban residuos.
Zumhan y Clemon formaban una extraña pareja cuando caminaban juntos por la calle: Zumhan era delgaducho, tenía el pelo blanco y brillante (algo poco común entre Humanos no magos), los ojos verdes claros y la piel casi blanca, mientras que Clemon era bastante más fuerte, tenía el pelo oscuro y los ojos negros.
Siguieron andando por el camino principal del pueblo. La mayoría de las casas se agrupaban en torno a él. La parte rica de la ciudad estaba en la parte alta del camino, y era allí donde vivían Zumhan y Clemon, junto con otras personas respetables. Los gremios se agrupaban en torno a la plaza del pueblo, donde se daban lugar a las desintegraciones y se ponían los puestos del mercado.
-¿Qué tal vas con ese diario tuyo?- preguntó Clemon con aire despreocupado.
-Bien- le contestó Zumhan- lo empecé esta mañana, antes de que llegaras.
-Yo me he levantado cuando todavía era de noche y he estado practicando con las Shoters- dijo Clemon con aire de superioridad.
Las Shoters eran las espadas cortas usadas por algunas criaturas del bosque en combate. Clemon las había heredado de su padre, al cual se la había regalado un guerrero de los bosques como pago por sus servicios.
-Hemos llegado- anunció Zumhan al cabo de un rato.
Nifarca no solía esperarles en la puerta del taller para recibirlos, pero ese día se lo encontraron plantado en ella buscándolos con la mirada.
-¡Pasad, pasad!- dijo frotándose las manos nervioso. Era el gesto que utilizaba cuando iba a llevar a cabo algún experimento importante.
-¿Vamos a hacer el experimento del que nos hablaste ayer?- le preguntó Zumhan.
-¡Calla bocazas!- le gritó mientras le daba con la garrota en la pierna.
-¡Au!- se quejó.
-Es que estoy un poco nervioso- les dijo su maestro.
-¡Ya se te ve!- soltó Clemon, a lo que su maestro respondió con una mirada que decía: ¿tú también quieres?
-Vamos pasad- dijo Nifarca.
Los dos entraron con la cabeza gacha por si acaso. La estancia olía a quemado y estaban chamuscadas casi todas las paredes. Nifarca se apresuró a correr las cortinas de las dos únicas ventanas de la habitación y encendió una bola de luz mágica que colgaba del techo, creación de los magos cuando ellos reinaban en Azhan. El viejo maestro la tenía mucho aprecio, ya que era muy vieja y un regalo de su padre.
Casi nunca hablaba de él, pero por lo que se contaba de él en el mercado los dos aprendices dedujeron que fue uno de los magos asesinados en la toma de poder de los invocadores.
Ya quedaban muy pocos magos. La mayoría fueron exterminados el día de la toma de poder, y la única forma de consagrar más era a través de unas criaturas del bosque.
Se piensa que estas criaturas se extinguieron en las sucesivas guerras que los Invocadores provocaron, aunque no se sabe con exactitud porque pueden convertirse en cualquier tipo de animal para esconderse y pasar desapercibidas.
-¿Has conseguido convertir un trozo de plomo en oro?- tanteó Clemon.
-No, esto es algo mucho, muchísimo mejor.- le respondió su maestro sonriendo- La poción que conseguí hacer ayer nos permitirá acabar con el reinado de los Invocadores, y nuestro rey, ¡nuestro verdadero rey, Munth, volverá a ocupar el trono de Azhan que le arrebataron!, y por fin podré descansar en paz junto a mi padre- dijo mientras reprimía un sollozo.
Los dos aprendices no sabían como reaccionar: si su maestro decía que podían destronar a los Invocadores, era porque algo tenía en mente. Además, debía de ser algo muy importante, algo que llevase mucho tiempo buscando y que le permitiese morir en paz.
-¿Qué poción has conseguido?- preguntó Zumhan sin poder aguantarse.
-Después de diez años de estudio y de trabajo, he llegado a una solución para acabar con los Demonios y los Genios:
Todo el mundo piensa que, cuando un Invocador realiza un conjuro de llamada a un Demonio, este Demonio acude de las Tierras Oscuras a su presencia, pero no es así. Eso es lo que los Invocadores quieren que creamos.
Goldstein01 de abril de 2008

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