Manuel no terminó de aprenderse el poema que recitaría en la parroquia. Lo repetía sin cesar en cualquier parte, pero no lograba aprendérselo. Cuando llegó el día de su primera comunión se olvidó de todo. Lloró amargamente sobre su almohada y su madre trató de consolarle. Llegó la hora y su traje blanco no le gustaba. Tampoco sabía a dónde iba y por qué. Su madre le decía que Dios vendría a verle. Pero su miedo era mayor: ni Dios ni poema, y encima los pantalones no eran vaqueros.
Grekosay
Amigo siempre me sorprendes al leerte porque cada vez te apareces con algo distinto, contigo ya no se a que atenerme pero me encanta esa versatilidad que hay en ti.
Es un honor para mi leerte.
Mi teclado se ha desconfigurado, no encuentro los dos puntos, las comillas, todo se ha mezclado.
Saludos.
Sergio.