Abrió la puerta. Sonrió de un modo simple y vago. Había puesto un anuncio y trataba de vender un violetero antiguo.
-Pase, ahí está - ¿Le gusta?
Era una pieza original, pintada a mano, del mismo color que los ojos de su dueña.
-Se lo dejo barato- ¿Le gusta?
Me fije en la mesa lacada. Violetero y mesa formaban un perfecto conjunto. Le ofrecí dinero. Lo aceptó en silencio, como si el verdadero valor no consistiera en una cantidad, sino en el tiempo y la experiencia.
-¿Le interesa también la laca?
Le dije que no, esbozando una sonrisa simple y sencilla. Me abrió la puerta. Guardé el violetero en el bolsillo. Cuando cerró una parte de su vida le había sido arrebatada.
Grekosay:
Parece mentira pero en las cosas que usamos se impregna parte de nuestra vida, hay cosas que adquieren un valor sentimental que rebasa el valor monetario.
Me encanto.
Sergio.